Como los Miami Heat antes de lograr su primer anillo

Manuel García Reigosa
M. G. Reigosa EL PERISCOPIO

DEPORTES

17 jun 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Viendo el delicado momento que atraviesa la selección, a uno le vienen inmediatamente a la memoria tres episodios protagonizados por Pat Riley en el banquillo de los Heat de Wade y Shaquille O?Neall que acabaron llevándose el anillo.

En el play off ante los Bulls, los de Miami se estaban diluyendo ante el poderío de los de Chicago, más jóvenes y atléticos. El técnico, antes del quinto partido, metió la cabeza en un cubo lleno de hielos. Así estuvo casi dos minutos, aguantando el frío. No necesitó traducir el mensaje al grupo. Fue como ponerle imagen a la máxima de Cela de que «el que resiste, gana». Y los Heat ganaron el quinto y pasaron. Sufriendo.

En la final empezaron por ceder dos choques ante Dallas. Y perdían en el tercero, en el descanso. Esta vez Riley, en mitad de la arenga, cogió cinta adhesiva, selló sus labios y a partir de ahí era imposible entender su discurso. Pero, de nuevo, el grupo captó el mensaje: «Haced lo que sabéis». Y remontaron el duelo. No solo eso. Se pusieron 3-2 antes de que la serie regresase a Dallas.

Riley volvió a motivar al grupo con una de sus comunicaciones indirectas. El entrenador nunca repetía traje dos partidos seguidos. Y solo se llevó uno a Dallas. Mensaje: «Basta con uno, porque no habrá séptimo partido». Y no lo hubo. Los Heat conquistaron su primer anillo.

Uno no se imagina a Del Bosque chapoteando entre los hielos ni tapándose los labios con cinta aislante, y no por el bigote. No lo lleva en su ADN. Pero, como sucedió con Pat Riley en aquellas rondas de play off, conviene que acierte con el diagnóstico. Porque las señas que emitió el grupo ante Holanda, o hace un año en la Copa Confederaciones también disputada en Brasil, invitan a pensar que es más una cuestión de vigor que de otro tipo. Nadie le discute la calidad al colectivo. Tampoco la capacidad.

Si España consigue ofrecer su mejor nivel, o cuando menos acercarse a ese umbral, es un rival temible para cualquier adversario. Ese es el reto que tienen ante sí Vicente del Bosque y sus jugadores. Se les ve con ganas de desquitarse, y esa energía, bien canalizada, puede ser clave. Es cuestión de convencerse, competir y apretar. Y acertar.