En La Voz de Galicia de ayer, Antón Bruquetas trató el problema de las distancias recorridas por los futbolistas en los partidos que llevamos del Mundial de Brasil.
La calidad del fútbol no se mide según corran más, o menos, los titulares del equipo. «Corra menos, y cuide de manejar mejor el balón», escuché decir en una ocasión a Alejandro Scopelli. También Chacho solía reclamar al futbolista, corrigiendo controles y velocidad del balón que, con frecuencia, le quedaba atrás y malograban la jugada prevista, tras perder ventaja de posición que tenía cuando el compañero le había hecho el pase que se perdía, porque Marroig -que era el extremo- corría mucho pero calculaba poco.
Que corra el balón
Anteayer destacamos la facilidad y mando que posee Pirlo para mover la squadra azzurra, que en gran parte depende de la eficacia del famoso y barbudo jugador de la Juventus de Turín y en quien los italianos tienen depositada buena parte del éxito que puedan conseguir en esta Copa del Mundo. Pirlo, igual que Chacho, no necesitaba recurrir al esprint para superar a las defensas contrarias: «¡Qué corra el balón?!».
Rubiñán y el Madrid
Llegado aquí, recuerdo cuando el entrenador Miljanic pidió al Real Madrid que negociase con el Deportivo el traspaso de Rubiñán. Agustín Domínguez, entonces secretario de la gerencia del club blanco, me lo razonó de esta forma: «Tenemos un Madrid que no corre ,porque a varios jugadores ya les pesan los años, como son los casos de Zoco, Benito, Pirri, Grosso, Del Bosque? y necesitamos un hombre como Rubiñán, que corre todo el partido y tira del equipo hacia el área contraria? Nos hace falta, sobre todo en el Santiago Bernabéu, que es donde más se nota esa lentitud porque el público exige? ¿lo entiendes ahora?».
La explicación se entendió con suma claridad y Rubiñán sería titular en aquel Real Madrid.