Mundial de Brasil 2014: Fragmentos del balón

DEPORTES

«Los mundiales avanzan como la vida. Son como las señales que se hacen en una celda»

12 jun 2014 . Actualizado a las 17:22 h.

Ya huele a mundial. La vida se cuenta por los mundiales que ves. De cuatro años en cuatro años. ¿Cuántos mundiales se pueden ver en una vida? El primer recuerdo en directo es el álbum negro de los cromos de Alemania 74. Después ya sí la televisión inmensa y el Argentina-Holanda con los papelitos y los rollos de papel higiénico volando desde las gradas del Monumental. Y el matador Kempes. Pero, antes de esa final, Dani contra Austria y el gol que no marcó Cardeñosa contra Brasil. El milagro del fútbol llegó a España y al estadio de tu calle. Era el mundial 82, el del naranjito. Y todo fue horrible para los nuestros. Honduras, Alemania, todo. Después llegó México 86 y empezó la España que siempre iba a ganar el mundial y que siempre moría al desembarcar en la playa de cuartos o de octavos. Los penaltis contra Bélgica. El corazón metido dentro de un balón y botando frenético contra un frontón. Y Francia mientras haciendo para nada un fútbol bordado, y Maradona bordando para todo el fútbol con los pies y con la mano. Regresó el circo a Europa y, del de Italia 90, quedan las lágrimas de Maradona y el penalti de Alemania. Recuerdos que se pierden, que se agigantan como las sombras cuando anochece. A saltos. Como un balón en un campo de tierra, donde conducir la pelota era un malabarismo entre los hoyos. Una final pesadísima en Estados Unidos entre Italia y Brasil, donde no pasó nada. Un fútbol espeso y unos penaltis que hicieron reyes a Bebeto y a Mauro. Y entonces llegó Zidane y la Francia, oh lá lá, del 98. Y ya la juventud iba a quedando atrás. Los mundiales avanzan como la vida. Son como las señales que se hacen en una celda. Y Ronaldo, el auténtico, que se cobró, al fin, el ataque de pánico de París otro mundial después en Corea. En Francia y en Corea, otra vez esa España de la que hablábamos experta en ganar sin jugar, experta en llorar derrotas que, por supuesto, no merecíamos. Clemente y Camacho, en el banco. Llegaron los hijos. Y los mundiales ya no volvieron a ser lo mismo. Cayó el 2006 en Alemania, un mundial que ganó un defensa: Cannavaro. Sin comentarios. Entonces un fuerte viento cambió los augurios de triunfo que siempre acababan en derrota. Un viento desde Albacete a la Masía pasando por Iker y Villa, maravilla. Un temporal que arreció en la Eurocopa de Austria, como un aperitivo de la belleza y el talento junto a un balón, y que explotó en Sudáfrica en el 2010. Campeones del mundo, para frotarse los ojos. Un mundial para España y contra Holanda. Ni los sueños son tan hermosos. Y luego todavía otra Eurocopa. Y, para el bingo de los récords imposibles, falta este Mundial. La guinda, en Brasil. En Maracaná. Y contra ¿Brasil? Si España quiere estar ahí tiene que cambiar caras, tiene que apostar por jugadores nuevos sin perder el tempo. Tiene que ser la España 3.1, que supo ser de Austria a Sudáfrica y de Sudáfrica a Polonia y Ucrania. Si seguimos con la versión anterior, griparemos como en la Confederaciones (Artículo escrito sin googlear una sola vez).