El entrenador de los equilibrios

Manuel García Reigosa
M. G. Reigosa EL PERISCOPIO

DEPORTES

26 may 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Si Sergio Ramos no hubiese marcado en el tiempo añadido y la final hubiera caído del lado del Atlético de Madrid quizás la lluvia de elogios que está recibiendo Carlo Ancelotti se habría rebajado a un tímido chirimiri, porque la Copa del Rey quedaba ya bastante atrás y el final de Liga no dejó muy satisfecho al madridismo.

Pero la Champions es la Champions, de modo que el transalpino se afianza ya como el cicerone que supo llevar al equipo hasta su gran anhelo, y eso no es fácil.

El terreno en el que mejor se ha movido el templado técnico italiano ha sido el del manejo de los egos, en un vestuario de tensiones inciertas después del paso de Mourinho como si de Atila se tratase. Ancelotti optó siempre por la moderación, por no echar nunca gasolina al fuego. Episodios como la marcha de Ozil, el feo gesto en el Bernabéu del en aquel momento descontento Di María o el encaje de Bale en el equipo son tres ejemplos de tesituras en las que el entrenador fue un maestro a la hora de conciliar.

Incluso consiguió que su apuesta más extraña, la de alternar a Diego López e Iker Casillas en la portería, fuese vista como un episodio no excesivamente estridente.

Esa habilidad con la mano izquierda y el hecho de saber que su desafío en el banquillo blanco estaría marcado por el éxito en el asalto a la Décima quizás le haya llevado a ir trampeando en el día a día en el modelo deportivo.

Su Real Madrid no es un equipo reconocible por el fútbol que propone. Está entre los mejores del mundo cuando puede lanzar el contragolpe. Pero sufre ante defensas cerradas, a poco que se vea obligado a masticar la elaboración, como quedó patente en la final de Lisboa y en muchas otras citas. No terminó de encontrar esa tecla.

Le tocó llevar las riendas de un equipo poblado de arquitectos y buenos velocistas, con muchos futbolistas encantados de correr hacia delante pero menos proclives al sacrificio en el repliegue. Lejos de cargar las tintas sobre los jugadores y escudarse en los peores momentos, optó por hablar de equilibrio. Y a eso se aplicó, a ir haciendo equilibrios para tratar de que el colectivo no se descosiese.

Ancelotti, aun con ceja enarcada, pelo blanco impoluto y vestimenta siempre elegante, recuerda mucho a los llamados técnicos de perfil bajo, los que tienen un instinto especial para ganarse a los futbolistas a sabiendas de que, al fin y al cabo, son ellos los que ganan y pierden. Sin duda, conoce el oficio.