Aquí se puede surfear 300 días al año

DEPORTES

Uno encontró aquí el lugar ideal para entrenar y otro abrió un filón con la venta de material, sector al alza. Muchos llegaron a este rincón de Europa arrastrando historias que contar

29 mar 2014 . Actualizado a las 13:02 h.

La marea ha ido bombeando en los últimos años vidas que terminan haciendo de Galicia su hogar por el surf. El hispanobrasileño Vicente Romero vivía en Florianópolis, uno de los polos de atracción del inabarcable surf brasileño, hasta que por motivos familiares recaló en Barcelona con su abuela. «No tenía una rutina de entrenamientos, apenas había olas. Podía ir al agua un par de veces al mes». Así que su carrera se frenó hasta que en un viaje con la selección española conoció al entrenador y psicólogo ferrolano Kako García. Le atrajo su forma de trabajar. Al mismo tiempo, The Camp Doniños, un ambicioso centro de entrenamiento de surf en Ferrol, decidió patrocinarle. Así que encontró lo que necesitaba en Galicia. «Aquí puedo seguir mi carrera porque hay olas todos los días, olas increíbles, muchas playas para diferentes condiciones de vientos. La gente de fuera no conoce más que Pantín y luego llegan a aquí y alucinan. Me pasó a mí al principio, cuando comprobé que hay dos mil playas distintas. Muchos profesionales, si tuvieran mi oportunidad, se trasladarían a aquí seguro», razona el hispanobrasileño, de solo 21 años.

La (aún muy) incipiente industria del surf gallego contribuyó de forma decisiva a su llegada a Galicia. «En España no conozco ningún sitio donde se trabaje de una forma tan profesional como aquí», comenta sobre el complejo The Camp Doniños, que incluye alojamiento para deportistas, sala de vídeo, gimnasio y estancias para completar el entrenamiento en el agua. Las olas ya las bombea el Atlántico. Falta músculo económico para vender la costa como destino de surf y, aún más, para encontrar patrocinios. «En el 2008 podía hacer el circuito, me lo pagaban todo, mientras que ahora, con mejores resultados, no tengo dinero para afrontar tantos gastos. Cuesta entenderlo», explica en su español con acento gallego y deje brasileño. Romero arrastra resultados potentes, como su tercer puesto en la prestigiosísima prueba de Los Cabos, en México, y la plata por equipos y el bronce individual en el último Europeo.

Hace diez años amarró en las Rías Baixas Walter Nieto, para vivir como artesano fabricante de las tablas Zorlak, que modela en su taller de Portonovo. Casi 3.000 calcula perfiladas con sus manos, a razón de tres o cuatro a la semana. Nieto de emigrantes gallegos, planeaba viajar a Nueva Zelanda para encontrar más posibilidades de trabajo hasta que sus familiares le convencieron. «En Uruguay mi abuelo me habló de unas olas infernales en Galicia. Entré en Internet, vi las opciones que había, con olas en todas partes, un sitio donde el surf estaba creciendo, y me vine. No podía haber nada mejor», explica.

Cada poco tiempo surge en Galicia un negocio nuevo relacionado con el surf. El sudafricano Clyde Martin eligió esta costa para relanzar su propia marca de moda y complementos de surf, Island Style, y situó en Narón su centro de distribución. Habitual en el Pantín Classic, formó una familia en Ferrol, estableció la empresa aquí y mantuvo su contacto con el circuito mundial desde este rincón de Europa. Hoy ejerce como director de operaciones del sindicato de surfistas profesionales y vende con entusiasmo una costa donde, cuando llegó, «la gente le tenía demasiado miedo al mar».

Martin, nacido en Durban, había llegado a Pantín para competir. Como Paul Canning, que pasó temporadas en Galicia tras enamorarse en la playa de Valdoviño: «Aquí se puede surfear 300 días al año en buenas condiciones», repite siempre Martin. El paso de otras figuras resultó más fugaz. Campeones del mundo dejaron su estela en Ferrolterra, como el californiano Tom Curren y los australianos Joel Parkinson y Mark Occhilupo. Este último llegó para competir con el cartel de figura maldita al estilo de una estrella de rock, con un pasado de drogas, alcohol y depresión. Rindió mal, pero luego se ganó al personal arrodillándose el primero para recoger la basura de la playa en cuanto terminó el campeonato.