Luis, el hombre que inventó una selección genial y sin caciques

Fernando Hidalgo Urizar
Fernando Hidalgo EL DERBI

DEPORTES

04 feb 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Luis Aragonés ha sido un personaje irrepetible en el fútbol español. Una persona que albergaba a un gruñón maleducado y a un hombre entrañable y leal con el que se podía ir hasta el fin del mundo.

Pasará a la historia acompañado de mil y una anécdotas que nos arrancarán una sonrisa. Pero también por sus aportaciones al fútbol. Siempre tuvo la etiqueta de ser un motivador, capaz de obtener un gran rendimiento de sus hombres gracias a su trabajo psicológico, poco ortodoxo, pero enormemente efectivo. Casi todos los jugadores que pasaban por sus manos aumentaban su rendimiento porque era capaz de convencer al más limitado técnicamente de que tenía un guante en cada uno de sus pies.

Pero Aragonés no solo se trabajaba la mente de sus futbolistas. Él, todo un veterano, fue capaz de modernizar el juego de España y sacarla de las catacumbas del balón. A pesar de su vitola de entrenador de contragolpe, se inventó una selección capaz de dominar el juego desde la calidad de sus mejores peloteros. Luis sacrificó el músculo en pro del talento de sus pequeños jugadores. Enterró la furia y con ella el eterno fatalismo español. Pero aún dejó para la posteridad otra aportación de la que poco se ha hablado en estos días en los que se honra su figura: el final del raulismo.

Aragonés potenciaba el rendimiento individual de cada jugador como método para relanzar el colectivo. Y por el grupo moría y por el grupo mataba. Por ello no tuvo reparos en coger por la pechera uno de los grandes problemas que arrastraba por aquel entonces la selección, que era la presencia del intocable Raúl. El siete del Real Madrid fue el último gran cacique en el vestuario del combinado nacional. Su salida saneó el grupo y propició el ambiente sobre el que se cimentó el éxito. Luis soportó la presión de los grandes poderes del fútbol patrio, pero no cedió ni un milímetro. Porque además de sabio, siempre fue firme y valiente.