El ferrolano Gómez Bastida dirigirá la agencia antidopaje

A. Bruquetas REDACCIÓN / LA VOZ

DEPORTES

Su prestigio se disparó tras encargarse de la investigación de la operación Puerto

16 ene 2014 . Actualizado a las 18:03 h.

Fueron casi cuatro meses de relámpago, desde febrero al 23 de mayo de 2006, cuando comenzaron las detenciones y los registros por la operación Puerto. Un grupo de la Unidad Central Operativa de la Guardia Civil (UCO), liderado por un joven capitán de Ferrol, Enrique Gómez Bastida, se encargó de radiografiar en tiempo récord la mayor trama de dopaje en España y en la que estaban señalados nombres de primer nivel en el mundo del deporte. Casi todos vinculados al ciclismo. Alejandro Valverde, Vincenzo Nibali, Ullrich, Marco Pantani o el gallego Marcos Serrano fueron descifrados como clientes dentro del críptico lenguaje que utilizaba la red cuyo cabecilla era el médico canario Eufemiano Fuentes. También se le incautaron casi doscientas bolsas de sangre preparadas para la realización de autotransfusiones, además de numerosas sustancias y medicamentos prohibidos por la Agencia Mundial Antidopaje (AMA) como la epo, hormona de crecimiento y esteroides anabolizantes.

Aquel trabajo de cirujano y el prestigio que como investigador ganó entre los organismos internacionales le sirvieron a Gómez Bastida para que la entonces directora de la Agencia Española Antidopaje (AEA) -rebautizada ahora como Agencia Española de Protección de la Salud en el Deporte (AEPSD)-, Ana Muñoz Merino, lo reclutase para la institución en mayo del año pasado. Pasó a ser responsable del departamento de Inteligencia e Investigación. Y le ha valido ahora, a sus 36 años, para que, tras la salida del anterior número uno de la agencia, Manuel Quintanar, el presidente del Consejo Superior de Deportes (CSD), Miguel Cardenal, lo vaya a proponer como sucesor de Quintanar. Será en la reunión del próximo lunes del consejo rector.

El ya comandante de la Guardia Civil conserva como mejor aval el respeto conquistado con la desarticulación del entramado de Eufemiano Fuentes. Sirvió para abrir de golpe los ojos a quienes en el 2004 habían dudado de Jesús Manzano, un ciclista de segunda fila que había denunciado los tratamientos a los que se había sometido para correr en la élite y que estuvieron a punto de costarle la vida. «Nosotros solo investigábamos si existía un grupo criminal que hacía prácticas no terapéuticas con humanos», dijo restándose importancia durante el juicio.