La segunda juventud de Muratovic

Lorena García Calvo
lorena garcía calvo VIGO / LA VOZ

DEPORTES

M. MORALEJO

Tras cuatro años retirado, vuelve a exhibir su destreza en el Cangas

27 nov 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

Cuando Alen Muratovic entra en la pista, el ambiente cambia. Es como si su sola presencia bastase para ganar los partidos en nombre del Cangas. Su apellido intimida al banquillo rival, lo mismo que su juego. Ese con el que se ha reencontrado en O Gatañal cuatro cuatro años después de que una lesión en el hombro derecho frenase en seco su carrera cuando defendía la camiseta del Flensburg alemán. «En una jugada ataque defensa sufrí una luxación de hombro. Vinieron la operación, la recuperación, y pasó un tiempo. Ya no era válido para jugar al máximo nivel, así que decidí apartarme y estudiar». Muratovic lo cuenta sin morriña. En su español fluido y alegre no hay margen para la nostalgia.

Nacido en Montenegro en 1979, el lateral fue parte activa de los años más felices del balonmano en O Morrazo. Tras destacar en el Lovcen Cetinje, con el que probó las mieles de Europa, decidió dar un paso adelante y probar en Asobal. Corría el año 2003. «Era una Liga muy fuerte y quería demostrar que podía hacerlo bien. Tenía ofertas de Cangas, Octavio y Torrevieja, pero me hablaron muy bien de Cangas. Y acerté. Fueron dos años muy buenos, participando incluso en Europa, algo histórico. Viví los años más grandes de la historia del club», relata.

Muratovic dejó huella en Cangas, y Cangas la dejó en él. Aunque en el 2005 decidió dar un paso más y probar fortuna en el Valladolid de Champions -que dejaría en 2008 para incorporarse al Flensburg- nunca se olvidó de O Morrazo. Regresaba cada año un par de semanas, aunque en esta ocasión su estancia se prolongó. Y todo, por la Maddi.

Con un balón bajo el brazo

Cuando Alen y su pareja supieron que iban a ser padres, quisieron que su pequeña viniese al mundo en Galicia. «Mi novia y yo decidimos que queríamos que nuestra hija naciese aquí. Si no lo hubiera hecho, creo que no habría vuelto a jugar», cuenta el lateral entre risas. Y es que podría decirse que su pequeña, de cinco meses, es la «culpable» de su regreso a las pistas.

«Como estaba aquí, y tenía muy buena relación con el presidente y la directiva, me animé a probar. Camiña me decía: ??Venga, así no te aburres??». Y Muratovic le hizo caso. Comenzó a entrenar con el equipo, y poco a poco fue a más. No había jugado al balonmano en los últimos cuatro años, pero la calidad seguía allí, así que decidió dar el paso y volver a la pista, para felicidad de equipo y afición.

Cuando se le pregunta si vive una segunda juventud, sonríe y reconoce que sí, aunque con matices. «Ya no tengo 20 años, tengo 34 y sé que no puedo hacer las cosas como antes, pero me entrego como un chaval. Quiero hacerlo todo, a veces me salen las cosas y otras no, pero sobre todo, disfruto e intento ayudar al Cangas, un equipo que me lo dio todo». Su hombro derecho no es el mismo que antes de la lesión, «no tengo la misma fuerza, pero tengo otras cosas». Sobre la pista pone inteligencia y veteranía, «sé que no puedo dar 60 minutos al máximo nivel, pero puedo dar 15 de descanso al compañero».

Durante su exilio de las pistas, cada vez que veía un partido, Muratovic reconoce que echaba de menos el balonmano. Quizás por eso está exprimiendo al máximo esta segunda oportunidad. Sin pensar más allá. «Ahora lo vivo de forma diferente. Disfruto mucho con la gente, el entrenador es increíble, el equipo es increíble y la afición lo mismo, pero no me planteo nada en clave de futuro. Voy a seguir hasta mayo, luego ya se verá». Prefiere «vivir el día a día disfrutando de la familia y el balonmano», los dos motores de su vida, y que marchan de la mano en Cangas.

«Ya no tengo 20 años, no puedo hacer lo mismo, pero me entrego como un chaval»