Un capítulo por escribir en la epopeya de Nadal

DEPORTES

Nadal, tras la derrota del pasado lunes en Londres. <span lang= es-es >afp</span>
Nadal, tras la derrota del pasado lunes en Londres. afp GLYN KIRK < / span>

El número uno tendrá todavía un desafío por atacar, el gran título en pista rápida y cubierta, la Copa de Maestros

13 nov 2013 . Actualizado a las 17:23 h.

Tal mérito encierran los últimos diez meses de Rafa Nadal, que su última derrota, aunque gris en su desarrollo, alimenta el espectáculo. Novak Djokovic se toma la derrota del US Open y anuncia la revancha para el 2014. Y el número uno, que protagonizó la más espectacular reaparición que se recuerda, después de siete meses sin competir, tendrá todavía un desafío por atacar, el gran título en pista rápida y cubierta, la Copa de Maestros. Su triunfo habría cerrado la historia demasiado pronto. Su victoria rompería la trama de su epopeya, cuando aún tiene 27 años. Falta un capítulo aún por escribir. Más cuando, en contra de lo que cabía imaginar a la luz de su prolijo historial médico, parece más fuerte y sano.

A Nadal cabe disfrutarlo ya como a un clásico en vida. Un deportista con la fuerza mental de Tiger Woods, la combatividad de Mohamed Ali, el carácter ganador de Michael Jordan... De ahora en adelante, solo cabe disfrutar de su evolución, que la habrá. En su carrera contra el tiempo, a medida que pasen los años, quizá nos acostumbremos a verlo más a menudo en la red, pues tiene recursos para intentarlo de forma más decidida. Esa vocación ofensiva, de libro en cualquier jugador que se acerca a la treintena, le ayudaría en la parte final de su carrera. Si añadiese esa reinvención en la red, ensancharía los límites de un tenis que no hizo más que crecer desde que ganó Roland Garros en el 2005 y empezó a construir su carrera como especialista en tierra.

Hoy ya es mucho más que aquel zurdo peleón, trabajador y humilde que conquistó el corazón del mundo. Lo ganó todo gracias a su tenis camaleónico, aunque le falte el título de una Copa de Maestros que, como bien recuerda Nadal, no se disputa nunca en tierra, un detalle que no le beneficia. De nuevo la única cumbre pendiente, conseguidos ya los cuatro títulos del Grand Slam, la Copa Davis y el oro olímpico de Pekín 2008. Pero los grandes mitos se alimentan de desafíos, y le falta un grandísimo título bajo techo, algo que debe proporcionarle aún el torneo que cierra la temporada de la ATP. Bueno para el show.

Con trece grandes en su vitrina, es probable que Nadal termine superando los 17 de Federer, a día de hoy el termómetro más fiable, aunque imperfecto, de medir la dimensión de un tenista -Davis y Juegos al margen, que ya los tiene-. En realidad, poco cambiará si gana 16 o 18. Cada deportista deja una huella. Y los números no le darán jamás la elegancia y variedad de Federer, el juego de saque y volea de Sampras, el impacto social de Borg o el carisma de McEnroe, por citar solo algunos de los tenistas más recientes que marcaron época.

La impronta de Nadal, aunque tenga dos o cinco años de carrera aún por delante, ya es eterna. La huella del jugador que encaja las victorias con la humildad con que otros asumen las derrotas, el reconocimiento por el recuperador de golpes imposibles, la admiración hacia el gladiador que pelea hasta caer rendido con una mentalidad jamás vista.