Un desafío irracional y un atleta libérrimo

DEPORTES

14 oct 2013 . Actualizado a las 13:00 h.

Todo en el IronMan escapa a la razón. Distancias, horas de trabajo, cambios fisiológicos... La más mediática de las citas de ultrafondo requiere la clase de esfuerzos que cualquier médico considera perjudiciales para la salud. Si una prueba de más de ocho horas de lucha mental y física parece inhumana, el camino hasta rendir con los mejores desafía los límites del cuerpo humano en varios parámetros. Los campeonatos ofrecen imágenes impactantes para el público no iniciado, con participantes aficionados dando tumbos casi desorientados durante los últimos kilómetros. Cansa hasta verlos durante más de ocho horas. Por todo eso el triatlón de larga distancia solo está al alcance de atletas tan especiales como enamorados de su deporte.

Un amor irracional por el esfuerzo, el ejercicio físico y la superación acompaña a Iván Raña. Nadie mejor para representar esa entrega a una causa de forma incondicional, por instinto y sensaciones. Guiado por ese espíritu libérrimo se hizo triatleta, cuando en España era desconocido, y ya convertido en leyenda, y muy poco después de ser quinto en los Juegos de Pekín, el cuerpo le pedía otro reto y la mente le refrescaba su pasión de chaval por la bici. Disfrutó como ciclista profesional al margen de los resultados. Y al IronMan llegó también cuando le dio la gana. A finales de mayo del 2012 empezó a preparar la mítica distancia, por lo que el 2013 fue la primera temporada que abrió con ese reto. Sexto en Kona, a los 34 años tiene todo un futuro en la distancia. Y disfrutará tanto del camino, del día a día, como de la púrpura.