En dos ocasiones estuvo Juanito Oiarzabal en el corredor de los japoneses, la ruta que eligió Abel Alonso y el resto de compañeros desaparecidos para abordar la cima del G-I. Oiarzabal, una de las referencias del alpinismo español, y que admite que «el panorama no pinta nada bien aunque hay que mantener ciertas esperanzas», calificó en primer lugar al Ghaserbrum como una montaña «difícil, exigente, complicada, técnica y en donde es necesario aplicarse muy a fondo» contra lo que se pudiera pensar. El frío y especialmente las rachas de viento, muy fuertes a 7.000 metros de altitud se erigen en el principal obstáculo, además «de cansancio que provoca ya de por sí hacer cumbre en una montaña de ocho mil metros. En una montaña así llegas exhausto, y bajar a veces se convierte en algo todavía más difícil».
Juanito Oiarzabal apunta a las cuerdas como una hipótesis para que los tres expedicionarios pudieran haberse perdido. «Una posibilidad podría ser que en vez de subir con una cordada fija desde el campamento no hubieran podido colocar la cuerda suficiente para llegar a la cumbre y eso ha hecho que por diferentes motivos se hayan perdido», comentó. El empeoramiento de las condiciones climatológicas también pudo provocar que se perdiesen al iniciar un descenso ya de por sí laborioso. Pero todas son hipótesis.
La esperanza
Pese a la situación, no quiere perder la esperanza, que pasa en gran medida por que llegue el buen tiempo en la zona del G-1 y los equipos de rescate pueden aparecer en zona. «Parece que va a mejorar el buen tiempo y eso será clave para intentar encontrarles». Que el helicóptero pueda sobrevolar la zona parece clave, pero las nevadas en la falda de la montaña lo han impedido hasta ahora.
Por su propia experiencia vital sabe que la montaña siempre está abierta a imposible «aunque desde luego las perspectivas no son nada buenas». El tiempo juega en contra desde el pasado lunes, cuando hubo el último contacto.