Robben espanta sus fantasmas y decide el título del Bayern de Múnich en la Champions League

Dpa

DEPORTES

Robben festeja su gol
Robben festeja su gol FRISO GENTSCH

El holandés, señaldo por sus fracasos en las finales marca el gol decisivo

26 may 2013 . Actualizado a las 14:19 h.

Arjen Robben lloró como un niño, recibió las felicitaciones desde cada uno de sus compañeros hasta el del masajista del club, se desparramó en el suelo, se puso de pie sobre los carteles de publicidad, abrió los brazos y logró redimirse ante 25 mil fanáticos del Bayern de Múnich. Robben sepultó su maleficio en las finales continentales y se convirtió en el héroe de los bávaros, campeones de la Champions League. «En la semana se habló mucho de eso, muchas personas me dijeron: esta vez vas a marcar el gol decisivo. Tuve varias ocasiones que no terminaron en gol pero me mantuve tranquilo y al fin llegó la ocasión definitiva», dijo Robben, aliviado, al final del partido.

Tuvo que pasar tres finales perdidas, tuvo que errar goles de manera imposible, tuvo que fallar penales en tiempo añadido y tuvo que ser señalado como el culpable de varias derrotas como para que Robben pudiera encontrar su gloria nada menos que en Wembley, la catedral del fútbol. «Esto significa mucho para mí. Realmente no lo puedo creer todavía. Son tantas emociones, esto es increíble», dijo el holandés aún en el campo de juego. Mientras, el presidente honorario del Bayern, Franz Beckenbauer, calificaba al gol como un «guiño del destino».

Robben marcó a los 89 minutos el gol con el que el conjunto dirigido por Jupp Heynckes derrotó por 2-1 al Borussia de Dortmund y ganó el máximo título europeo después de 12 años y tras haber caído en dos finales en las anteriores tres ediciones.

El mismo jugador al que el fantasma de las lesiones parecía perseguirle, selló su nombre en la historia del Bayern y, como si fuera poco, hasta fue elegido como el mejor jugador de la final. Finales de mayo del 2010. Robben se presentó en el estadio Santiago Bernabéu como una de las figuras del Bayern de Louis van Gaal. Junto al resto de sus compañeros, el holandés apenas pudo reaccionar ante la maquinaria del contraataque del Inter de José Mourinho. Resultado, 2-0 para los italianos.

Inicios de julio del mismo año. Robben protagonizó el suceso más doloroso de su carrera. En la final del Mundial de Sudáfrica, desperdició de manera insólita dos mano a mano frente a la inmensa figura de Iker Casillas y luego lamentó cómo Andrés Iniesta le daba el triunfo final a España por 1-0 frente a una Holanda desolada. Mediados de mayo de 2012, el Bayern jugaba la final de la Champions contra el Chelsea en casa y ante su propia gente. Luego de un empate milagroso de Didier Drogba en el final del tiempo regular, Robben dispuso en la prórroga de un penalti que haría delirar a las decenas de miles presentes en el Allianz Arena. El tiro fue detenido por Petr Cech, que luego se convertiría en héroe de la tanda de penales y alzaría a los ingleses campeones de Europa por primera vez en su historia.

La final de Wembley parecía prolongar la mala suerte del protagonista. A lo largo de la primera parte, Robben malogró dos ocasiones clarísimas al enviar sendos mano a mano al cuerpo de Weidenfeller. Sonó el pitido del descanso y el 10 del Bayern miró al cielo como si estuviera pidiendo esa bendita ayuda que nunca llega. Y, por una vez, el holandés apareció en escena en una final para salvar a su equipo. Primero, a los 60 minutos, para desbordar por la izquierda y asistir a Mario Mandzukic en la apertura del marcador de los bávaros. Luego, para el gol que quedará en la historia del club alemán.

Robben recibió un pase de Ribery, se introdujo entre los centrales rivales y definió con un toque sutil sobre la izquierda de Weidenfeller. Golazo. El festejo sería desaforado y luego, pocos minutos después, habría lugar para las lágrimas y el desahogo. Robben pudo ser, nada menos que en Wembley, el héroe de un equipo campeón.