El aficionado al fútbol de hoy ya no es aquel hincha de antaño que, cuando su equipo había perdido, salía del campo cargando todas las culpas al árbitro. En ocasiones, la derrota provocaba incidentes tan sonados como el que vivimos en la tarde del 8 de febrero de 1942, en la presentación del Valencia en Primera División, en el desaparecido campo de Riazor. Ganó el equipo valenciano por 3-0, con dos de los tres goles conseguidos en claros fuera de juego, goles protestados airadamente por los aficionados al árbitro de aquella contienda, Mazagatos.
Los chavales creíamos en la injusticia y nos unimos al escándalo. Allí, y aquel día, nació en el ambiente coruñés, futbolísticamente hablando, un recelo contra el Valencia que no solo no se borró con el paso de los años sino que diría fue a más por motivos que posteriormente sucedieron, siempre en torno al balón.
No hace falta que me refiera, una vez más, al tantas veces lamentado penalti de Djukic, ni tampoco al todavía reciente partido de las mil ocasiones falladas con Lotina como entrenador coruñés, y que el 0-2 envió al Deportivo a Segunda División. Es un temor que se agiganta ahora con ese descorazonador balance de 21 partidos jugados de los que únicamente se ganaron 3.
Declaraciones
El motivo de ver al Deportivo colista no debe cargase únicamente a los árbitros, sino a la conclusión más razonable a la que se llega conociendo la reflexión de Domingos Paciência cuando, en una demostración de sensatez, dijo al final del partido perdido anteayer, refiriéndose a lo que ahora tiene por delante el equipo en el calendario: «Tenemos que ir por todo en todos los partidos para ganar». El entrenador no se escudó, tal como hizo el máximo mandatario del club culpando al árbitro, un recurso manido y muy trillado al que se recurre para ocultar la realidad de un problema mucho mayor, como es el que viene sufriendo el club coruñés.
No confundan el club con el equipo.