Los irreductibles del fútbol sala

Manuel García Reigosa
M. G. Reigosa SANTIAGO / LA VOZ

DEPORTES

Xoán A. Soler

El Santiago Futsal sobrevive invicto a la crisis y a las bajas de sus referentes

06 dic 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

«Toda la Galia está ocupada por los romanos. ¿Toda? ¡No! Una aldea poblada por irreductibles galos resiste siempre al invasor». Así empieza cada uno de los cómics de Astérix y Obélix. Y, apurando un poco el paralelismo, en el corazón de Galicia hay un equipo de fútbol sala que, si bien no alcanza la categoría de irreductible, nunca se resigna y siempre da guerra. También esta temporada, a pesar de los recortes presupuestarios y de ver como tenía que abrirle la puerta a las fichas más onerosas. Es el Santiago Futsal, invicto en la Liga después de siete jornadas, clasificado para la final de la Copa Xunta y los octavos de la Copa del Rey, y muy cerca de visar el pasaporte para la Copa de España.

En los tiempos de opulencia el equipo entonces denominado Lobelle llegó a conquistar la Copa de España, en el 2006. Dejó en la cuneta a los tres grandes presupuestos de la época: el Polaris Cartagena, el ElPozo Murcia y el Interviú, entidades que manejaban montos de tres millones de euros o más. El club santiagués tenía la mitad de recursos, pero había alguna que otra mensualidad de cinco cifras, hoy inviable e impensable.

Ilustres que dejaron huella

En la final del Mundial de Tailandia coincidieron tres jugadores con pasado compostelano: Alemao y Aicardo en la selección española, y Rafael en la brasileña. Y no fueron cinco porque Ciço se lesionó y porque el vigués Pola no pasó el último corte de Venancio López. Betão, Carlinhos, Eka, Leitao o César Muñoz son otros ilustres que vistieron la camiseta blanca.

Eran tiempos en los que la economía cuadraba bajo el protectorado del presidente y fundador de la entidad, José Antonio Lobelle, quien la pasada campaña echó el pie a tierra y cedió el testigo a un grupo de románticos, comprometidos con la causa y el desafío de mantener un proyecto que tiene detrás del primer equipo a un centenar de licencias en la base. Heredaron un club bien estructurado en la parcela deportiva, pero con más de un peaje económico que no estaba sobre la mesa en el traspaso de poderes.

Haciendo frente a la situación, con torería, valor y voluntarismo, el Santiago sigue en la brecha. Y con el valor añadido del espectáculo, con mención especial para el partido del viernes frente al Santa Coloma (11-4), caviar para el paladar.

En el club no hay un druida como Panorámix, ni una pócima secreta, ni un Abraracúrcix que lidere la tribu. El entrenador, Santi Valladares, rehúye los focos: «El mérito es de los chavales. Hay un gran grupo humano y con una predisposición al trabajo increíble»,.

A tenor de lo visto en el último encuentro, pudiera haber en el futuro una pareja como la que forman Astérix y Obélix, siempre dispuestos a descoser las legiones romanas. La sociedad que forman el pichichi de la categoría, Raúl Campos, y Hugo, que está entrando en el equipo tras superar una lesión, puede dar mucho de que hablar.

Pero el éxito está en el colectivo. Así lo significa el capitán, David Ruiz, el único treintañero en una plantilla con mayoría de jugadores nacidos a finales de los ochenta y principios de los noventa: «Este club ha sabido crear una filosofía de trabajo y humildad a la que se suman todos. Los nuevos se han adaptado muy rápido y la gente de la casa lo vive desde que llega».

De ello puede dar fe otro David, Pazos, el benjamín de la plantilla. Ingresó en el club cuando era infantil, con 12 años. Acaba de cumplir veinte y ya es una pieza de peso en el equipo de Primera División. La pasada campaña, siendo todavía juvenil, ya debutó en una Copa de España. «El grupo de gente es muy bueno -comenta el más joven-. Cada entrenamiento se vive con la intensidad de un partido. Y, aunque cada año se va gente importante, los que vienen desde atrás saben asumir la responsabilidad y dar un paso al frente».