Entre el crédito de Miguelón y el del ciclismo

DEPORTES

28 sep 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

Miguel Indurain es una leyenda viva del deporte español. Un gigante que trascendió sus gestas sobre la bicicleta, que fueron abundantes. Su comportamiento ético en la competición le llevó a ser admirado incluso por aquellos que lo temían como adversario. Miguelón era un señor. Sabía ganar y cuando perdió, supo perder. Ya podría vencer Contador ocho veces el Tour de Francia que jamás superaría la mítica figura del navarro.

La enorme adoración que los españoles sienten por él le ha blindado ante posibles ataques y sospechas del mal que desde casi siempre ha padecido el ciclismo: el dopaje.

David Millar, exdopado confeso, se manifiesta admirador de Indurain, al tiempo que lanza la bomba. Le disculpa y le considera «una víctima de una época del deporte», pero está seguro de que no ganó con limpieza todos sus Tours.

Poner en solfa a estas alturas la honestidad de los triunfos de Induráin parece, por un lado, un sacrilegio; y, por otro, un revisionismo inútil de la historia del deporte. Pero llegados hasta aquí, no estaría de más la pregunta. ¿Se dopó, o no Miguel Indurain? Para responder, Millar no aporta más prueba que su testimonio. A favor del español juega su ilimitado crédito personal, sobre todo en España. En contra, la nula credibilidad de un deporte en el que desde el 95 (último triunfo de Indurain) hasta el 2011, no ha habido un año en el que uno, dos o los tres ciclistas que subieron al podio del Tour se librasen de ser salpicados por un escándalo de dopaje.