Guardiola, el hombre que reinventó el fútbol y se quedó calvo

Mariluz Ferreiro REDACCIÓN

DEPORTES

27 abr 2012 . Actualizado a las 16:47 h.

El 16 de agosto del 2008 la penumbra abrazó la grada del Camp Nou. Los focos apuntaban hacia el centro del campo. Josep Guardiola se dirigió al público. «No os prometemos que ganaremos algún título. Lo intentaremos y persistiremos. Abrochaos el cinturón, porque lo pasaréis bien», dijo. Desde entonces, la figura de Guardiola se ha agrandado hasta convertirse en un icono. Es un modelo ético y estético. Su huella, la del hijo de un albañil, quedará en el fútbol, pero va más allá.

«Ha envejecido mucho, se ha quedado sin pelo de los nervios. Vive las 24 horas del día para el fútbol», ha llegado a reconocer su madre, Dolors. Es parte del precio de una dedicación intensa y absoluta al equipo. Durante su niñez y adolescencia Guardiola no tenía pinta de líder. Era muy poquita cosa. Parecía faltarle cuerpo para el fútbol. En el Barça decían que caminaba como Charles Chaplin. Johan Cruyff fue a verlo al filial y resulta que, como era tan menudo, jugaba en el juvenil. Aquel chico de Santpedor no era el más fuerte ni el más rápido de La Masía. Pero jugaba a un toque y leía el fútbol, porque en su cabeza se gestaban a gran velocidad las jugadas. Se convirtió en la prolongación de Cruyff en el terreno de juego, el director que leía las partituras del holandés. En el campo mandaba. No paraba de hablar. Abrumaba a sus rivales. Y orientaba a los compañeros. Fran, ex jugador del Deportivo, jugó a su lado en la selección. «Era un líder. Gritaba, animaba, decía lo que había que hacer en cada momento. En el Deportivo nosotros teníamos un fútbol más directo. En la selección, él me paraba y me decía: "Fran, con la calidad que tenemos en el equipo, hay que tener más tranquilidad, mirar, tocar, probar por un lado, por el otro, elaborar más..."», cuenta. «Guardiola buscaba lo mejor para él y para España, y aplicaba la filosofía del Barça», añade. Kiko, en el Atlético, le reprochó durante un partido su locuacidad. «Ya lo sé, no puedo estar callado», le respondió Guardiola mientras le daba un apresurado abrazo.

En su etapa de jugador luchó contra los tópicos

En su etapa de jugador luchó contra los tópicos. Incluso él mismo relativizó su gusto por los libros. «Me gusta, pero no soy un lector empedernido», aseguró. No quería ser «el jugador que lee», el bicho raro. Circularon muchos rumores sobre su salud e incluso sus tendencias sexuales. Pero al cuatro del Barça le gustaba mantener su vida privada fuera de los focos. Su pareja es Cristina Serra Valet, su novia de toda la vida y madre de sus tres hijos, Marius, María y Valentina. Ella no encaja en el perfil neumático de las mujeres de gran parte de los futbolistas que tocan la cima. Su familia tiene una tienda de ropa de marcas selectas. Los dos comparten el gusto por el buen gusto y su pasión por la cultura. Guardiola desfiló en el Salón Gaudí para Toni Miró. Él mismo se lo pidió al diseñador catalán. Es admirador de José Luis Sampedro, amigo de Lluis Llach y de David Trueba, e inspiración del poeta Martí i Pol. Tanto, que le dedicó a Guardiola su libro Llibre de les solituds. Pep conversó sobre el Barça y la poesía con Miquel Martí i Pol cuando el escritor apenas podía hablar debido a su avanzada esclerosis múltiple. Le leyó sus versos. Cuando el escritor murió, Guardiola jugaba en Qatar, pero asistió al funeral. También trabó amistad con el guionista Rafael Azcona, que fue el primero en felicitarlo cuando fue absuelto de la acusación de dopaje con nandrolona durante su etapa de jugador en Italia. El caso fue reabierto por Ettore Torri, el fiscal del Comité Olímpico Italiano que condenó a Alejandro Valverde.

No encaja con los castizos cachetes de Luis Aragonés

Como técnico, no encaja con los castizos cachetes de Luis Aragonés, los sudores de José Antonio Camacho o la mano férrea de Fabio Capello. Viste cuidados trajes y zapatos italianos. Motiva a sus jugadores con vídeos que invitan a la épica, utilizando el Viva la Vida de Coldplay o el Nessun dorma de Puccini. Trata de responder en la rueda de prensa en el mismo idioma que el del periodista que pregunta: catalán, español, inglés, italiano... Demasiado esplendor en la hierba «El filósofo Guardiola», dijo un despechado Ibrahimovic al marcharse del Barça. «Mea colonia», bromean sus críticos, que repasan sus desencuentros con Ibra y Samuel Eto?o y que están empachados de tanta diplomacia y humildad. Pero es respetado por la vieja guardia. Arsenio Iglesias destaca su «trabajo excepcional», pero también elogia su mesura. «Siempre transmite un mensaje de tranquilidad, de que no todo es fútbol, ya que también hay un comportamiento, una actitud correcta que a veces es muy difícil de mantener cuando se está bajo tanta presión. Pero Guardiola siempre es el mismo, no hay falsa modestia en su proceder», comenta.

Jugadores como Xavi e Iniesta no se cansan de decir que Guardiola convence y transmite gracias a su filosofía y a su trabajo metódico y extenuante. Recuerdan que el entrenador es el que enciende y apaga las luces en el Barça casi todos los días.

«Mourinho no pasará a la historia, Guardiola sí»

Todo héroe necesita un villano a la altura. Y hasta eso tiene Guardiola. El catalán es la Némesis de José Mourinho. La figura de Guardiola parece agrandarse con cada polémica del portugués. «Mourinho no pasará a la historia, Guardiola sí», asegura Xavi. El portugués eliminó al Barça en una Champions y se proclamó campeón. Lanza dardos continuamente a su colega azulgrana. El catalán, que se niega a entrar en ese juego, le aplicó a Mou el mayor correctivo de su carrera, en el partido de Liga del Camp Nou, donde el Madrid cayó por 5-0. Respondió con fútbol a los desagravios. En los días de gloria, Guardiola huye de los personalismos. «Si no fuera por Messi, yo estaría entrenando en Segunda», le dijo a un aficionado del Zaragoza que estaba sentado detrás del banquillo y que acababa de contemplar un golazo del argentino. Nunca olvida a los jugadores. Siempre honra el pasado, recordando «el legado de Cruyff». Respeta la labor de sus colegas hasta el punto de felicitar a Vicente del Bosque por el Mundial antes que a los futbolistas. Y evita humillar verbalmente a los rivales. Los contrincantes no quieren morir, pero saben que la muerte más bella es a manos del Barça.

Durante su etapa como técnico del Barça no concedió entrevistas y su trato con los periodistas se limitó a las ruedas de prensa oficiales. Pero hace no mucho tiempo estuvo al otro lado de las cámaras. Fue fichado en el 2007 por la productora Mediapro, de Jaume Roures, para seguir el día a día de José Luis Rodríguez Zapatero como presidente del Gobierno y realizar un documental. Esas imágenes nunca salieron a la luz.

Guardiola se ha convertido en una marca. Lluis Bassat, publicista, lo captó para su candidatura a la presidencia del Barça del 2003. Ya entonces era consciente de su potencial. El técnico apoyó la candidatura de Qatar para el Mundial 2022, aunque con la promesa de retirar su respaldo si perjudicaba las aspiraciones de España.

Es un hombre codiciado para cualquier campaña. «Genera empatía. La gente le tiene un enorme respeto como profesional. Puede gustar más o menos, pero se valora mucho su credibilidad y su responsabilidad», dice Ramón Rovira, subdirector general y responsable de Comunicación del Banco Sabadell. Rovira negoció personalmente con Guardiola las condiciones de una campaña basada «en valores y no en el producto» y que incluye actos en los que el técnico explica sus técnicas de motivación y de gestión. El banco logró captar a 250.000 clientes nuevos en el 2010 en toda España. Tuvo éxito también en Madrid.

Guardiola ya ha escrito historia. En su momento, fue el primer jugador de la cantera azulgrana que decidió marcharse por decisión propia del club. Los que lo conocen lo definen como una mezcla de pasión y disciplina, de emoción y sentido común, un hombre sumergido en el Barça e hipnotizado por el balón. Y el balón, como él mismo dijo, corre más que nadie.