Nunca antes había habido un clamor tan grande con respecto a la situación de los clubes de fútbol. La crisis y los cinco millones de parados han acabado por retratar la vergüenza de un país que en este asunto se ha comportado cual república populista bananera. Hoy, el Gobierno nos va a mostrar su verdadera postura en este asunto. Si por fin se pone coto a los desmanes de los dirigentes del balón o si nos venden una moto de colores y los rescatan una vez más. Lo que ha trascendido hasta ahora desprende cierto tufillo de continuismo.
Si lo que se va a hacer es únicamente poner un calendario de pagos hasta el año 2020 con los contratos de televisión como garantía, estaremos ante una buena tomadura de pelo. Primero, porque, una vez más, se les va a dar oxígeno con un plazo de hasta ocho años. Y, segundo, porque se está hablando de garantías que no existen (¿quién tiene firmada la televisión hasta el 2020?) y porque para embargar los contratos de televisión lo único que hace falta es la existencia de una deuda exigible con el fisco y la voluntad de la Agencia Tributaria de cumplir con su deber, y no un acuerdo de los clubes con el Gobierno.
Y a todo esto, salvo que hoy nos den una gran sorpresa, se sigue sin hablar de las responsabilidades de los dirigentes, el verdadero quid de la cuestión.