Ana Peleteiro, la niña de los pies de lagartija que supo regresar del abismo

Xosé Ramón Castro
x. r. castro REDACCIÓN / LA VOZ

DEPORTES

Ana Peleteiro posa con la medalla de bronce
Ana Peleteiro posa con la medalla de bronce Juan Ignacio Roncoroni | Efe

Peleteiro fue un portento del atletismo desde pequeña, pero tras ganar el Mundial júnior, pasó una etapa difícil hasta que Pedroso la rescató

02 ago 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Ana Peleteiro Brión (Ribeira, 1995) tenía pinta de campeona desde el primer día que llegó a la escuela de atletismo de Ribeira que dirigía María José Martínez Patiño, vallista en sus tiempos y su primera entrenadora.

«Era una niña que no paraba quieta, que le marcabas un ejercicio y al minuto ya estaba pidiendo más», dice Martínez Patiño de aquella jovencita de seis años que ya destacaba por sus cualidades: «Tenía unos pies extraordinarios, de lagartija. Y muchas ganas de hacer cosas y una capacidad enorme de aprender. Ha sido campeona en triple, pero también lo habría podido ser en longitud o velocidad porque tiene unos pies prodigiosos». Curiosamente, Peleteiro comenzó en las vallas, pero se cayó y decidió cambiar. «Era buena, pero no le gustaban mucho. Ella quería apostar por cosas en donde lo pudiera hacer bien».

Concretada su apuesta, la ribeirense comenzó a crecer en el triple salto. La Galicia atlética enseguida tuvo noticias de una niña de Ribeira que era un portento físico, con un tobillo envidiable y un gen competitivo que no le ha abandonado jamás. En edad cadete comenzó a coleccionar títulos estatales, en el Mundial sub-18 de Lille se colgó su primer bronce internacional y en categoría júnior alcanzó el cénit subiéndose a lo más alto del podio en Barcelona. Era el año 2012.

Aquel oro fue el punto de partida para su particular bajada a los infiernos. Viaje efímero a la Blume para entrenar con Juan Carlos Álvarez, traslado a Portugal para ponerse a las órdenes de Ganso y frenazo en las marcas. La maldición de los campeones del mundo júnior golpeó con fuerza en la mente y en el cuerpo de Ana Peleteiro, pero después de mil vueltas, encontró en Guadalajara su sitio en el mundo y en la figura de Iván Pedroso su ángel de la guarda. Era el año 2017. El campeón cubano le dio una oportunidad y un ultimátum: o se ponía las pilas, se dejaba de excusas y se rompía el alma por el triple, o se iba para casa. Marzo del 2018 era la fecha límite, el mismo mes en el que anunció su vuelta a la vida con un bronce en el Mundial de pista cubierta.

«Lo que marca la diferencia entre un atleta de superélite y uno bueno es sobreponerse a la adversidad. Ella tuvo que pasar su travesía en el desierto como otros muchos, pero Iván Pedroso le hizo poner los pies en el suelo y la convirtió en una Ana diferente a la que quedó campeona del mundo júnior», comenta Patiño, que mantiene una fluida relación con Peleteiro.

Pedroso reconstruyó una Ana más madura, recuperó su mentalidad de hierro para entrenar y competir y afiló unas condiciones técnicas que le han llevado a instalarse en el podio (cinco medallas en Juegos, Mundiales y Europeos desde entonces) y a batir el récord de España en tres ocasiones (14,87).

Mujer del siglo XXI y animal mediático

Ana Peleteiro es un filón para el atletismo. No solo por sus marcas y sus medallas, sino por su magnetismo. La gallega es un animal televisivo, un icono que Adidas supo reclamar a tiempo y una mujer del siglo XXI, desinhibida, que se come la cámara y que habla sin dobleces. Y que sabe combinar esa doble vida, entre lo mediático y comercial, y lo deportivo de maravilla. A sus 25 años, es la referencia absoluta del atletismo a nivel español y una capitana en potencia.

Porque Peleteiro es capaz de participar en un programa de retos en televisión y de dar las campanadas de fin de año en la TVG con la misma cara de felicidad y con la misma seguridad que cuando enfila el pasillo en busca de un salto ganador. Le encanta la moda, ha sido portada de revistas e imagen de más de una marca para sus campañas publicitarias. Un rol que no juega ningún otro atleta a nivel español.

«A ella le gusta mucho estar en los medios y en la televisión, se come la cámara, no tiene ningún reparo en decir las cosas con naturalidad y eso a la gente le gusta», comenta María José Martínez Patiño, que considera que a sus 25 años sigue manteniendo el mismo desparpajo que tenía de niña, cuando era una esponja que solo quería empaparse de todo el atletismo. Aunque más madura y receptiva ahora, Ana Peleteiro no ha cambiado, por mucho que se fuera de Ribeira siendo todavía muy joven para instalarse en la Residencia Blume -en donde conoció a Ray Zapata, también medallista ayer en Tokio en gimnasia artística y al que considera casi un hermano- o a vivir durante una temporada en Portugal.

Su oficio de atleta

Pero que sea un camaleón mediático no le aparta de su oficio fundamental, el de atleta de alto nivel, ni de sus retos. Uno de ellos, el de convertirse en la primera española que salte 15 metros está cada vez más cerca. A 13 centímetros desde ayer, para ser exactos, una distancia menor para quien demostró cómo se defiende una medalla. Con uñas, dientes, «cuchillos y tenedores», como ella misma comentó tras la calificación.

Su tobillo prodigioso y un carácter ideal para la alta competición son sus principales avales y su exigente grupo de entrenamiento un escenario que aprovechar para seguir mejorando. Porque aguantar la mano de hierro de Pedroso y el nivel de Yulimar Rojas es el mejor de los salvoconductos para llegar dentro de tres años a París pensando que todo es posible.