La visita a Alicante era vista en el horizonte con cierto resquemor. El Hércules era un rival directo, el único que había sido capaz de ganar en Riazor esta temporada. Pero, sobre todo, el peligro de este partido era la posibilidad de que se convirtiera en una especie de punto de inflexión negativo en la excelente trayectoria blanquiazul. Perder en el Rico Pérez podría dar nuevos bríos a un rival, desactivar una racha triunfal y sembrar las dudas en un equipo que parecía haber encontrado el camino.
Pero lo que ha hecho el Deportivo ha sido liquidar cualquier tipo de duda. Con una autoridad tremenda zarandeó al Hércules, le ninguneó en el campo, le aplastó en el juego y le vapuleó en el resultado. Valerón, Riki, Juan Domínguez y ese hacedor de prodigios llamado Dani Aranzubia capitanearon lo que en realidad fue una obra coral de los hombres de Oltra.
Valerón fue el faro en la primera mitad. Su sociedad con Riki dio frutos en el primer gol. El de Aranjuez recibió el pase del Flaco y cuando parecía que la jugada se perdía se sacó un disparo magnífico que dejó helado a Falcón. Luego llegó el gol de Bruno Gama, el descanso y los sustos de la segunda parte. Como si estuviera escrito que el Dépor ha de sufrir, el Hércules puso cerco a la meta de Aranzubia y le sometió a un bombardeo espectacular. Ahí estuvo el partido. Y ahí estuvo el riojano, un gigante que sofocó el ardor local.
A partir de ahí emergió la figura de un Juan Domínguez extraordinario, dando aire al equipo cuando lo necesitaba, consiguiendo posesiones largas, sin perder un balón y portándose como un veterano, alguien importante dentro de un equipo que acaba de hacer historia con ocho triunfos consecutivos.