Lo Pelat, adiós entre lágrimas

p. ríos COLPISA / BARCELONA

DEPORTES

20 may 2011 . Actualizado a las 06:00 h.

Tuvo un defecto, solo uno, pero fue una tara enorme para los entrenadores que se agarraron a las pizarras como método único o para los que intuyeron que podía eclipsar su protagonismo. Poco importó que fuera un inconveniente pequeño para los técnicos románticos que dan rienda suelta a los virtuosos del balón. Esos, al fin y al cabo, no son demasiados. Nunca miró hacia atrás, siempre buscó el mejor pase, la forma de dejar a su compañero en la mejor posición posible. Vertical, quizás excesivamente, así fue Iván de la Peña, un futbolista que entendió el fútbol como un arte, un genio del balón. Y como otros maestros en la historia de la pintura, del teatro, de la poesía... también fue un incomprendido.

Lo confirma el mensaje que transmitió en su Twitter el brasileño Ronaldo: «El fútbol está triste. La retirada de Iván de la Peña de los terrenos de juego es una gran pérdida para los que amamos el fútbol arte. Le deseo mucha suerte a mi amigo y compañero en su nueva vida. Todos echaremos de menos sus fantásticos pases milimétricos».

De la Peña anunció en Barcelona su retirada del fútbol a los 35 años en una emotiva comparecencia. Las lágrimas acompañaron cada declaración. Mañana tendrá la oportunidad de despedirse en el Estadi de Cornellà-El Prat de la afición del Espanyol. «Será mi partido más difícil, pero también el más bonito. He pensado en operarme, pero creo que ya está. Mi cabeza quería seguir, pero el cuerpo ha dicho basta. Es la mejor solución, y ahora, a disfrutar muchísimo. Espero saltar al césped otra vez, después de tanto tiempo, y despedirme de él dentro del terreno. Me hubiera gustado jugar más, pero no ha podido ser. Hay que ser positivo», explicó.

Trayectoria

Nacido en Santander el 6 de mayo de 1976, maravilló de tal manera desde el inicio jugando al fútbol que el Madrid y el Barça se pelearon por él. Acabó vistiendo de azulgrana en el verano de 1991, donde desarrolló todo su talento con un aspecto en la cabeza que nunca le abandonó. Lo Pelat o El Pequeño Buda fueron sus apodos.

En 1995, con 19 años, debutó en el primer equipo azulgrana a las órdenes de Johan Cruyff, quien, aunque le dio la alternativa, se resistió a confiar del todo en él en un clásico ataque de ego. En la 96-97, con Bobby Robson, se asoció con Ronaldo para impresionar y ganar Recopa, Copa y Supercopa. Pero en la 97-98, su fantasía chocó con la rigidez de Van Gaal. Cambió de aires.

Pese a los millonarios traspasos, ni en el Lazio ni en el Olympique de Marsella se consolidó, con un efímero y absurdo regreso al Barça en la 2000-01 por cuestiones contractuales. Su llegada al Espanyol en el 2002 le dio por fin tranquilidad y continuidad. Con Tamudo formó otra pareja demoledora, aunque centrada en lograr la permanencia de un equipo humilde. Y tuvo su gloria al conquistar la Copa en el 2006. Hasta Luis Aragonés le premio con la internacionalidad en cinco ocasiones.

Sin embargo, las lesiones le impidieron formar parte del ciclo victorioso de la selección. «El fútbol ha sido muy justo conmigo. Sería egoísta por mi parte decir lo contrario. Así es la vida y me ha ayudado a ser más fuerte, a crecer como persona y jugador y no tengo por qué pensar ahora en esto», concluía el mago.