Oumar tiene otra oportunidad EDAD Nació en Mali hace 17 años altura Dos metros y doce centímetros EN ESPAÑA Dos meses en A Coruña progresos De la timidez a la integración SU FAMILIA Su ulisión es ayudar a los suyos

p. gómez / J. M. FERNÁNDEZ A CORUÑA / LA VOZ

DEPORTES

Juega en el Básquet Coruña y aprende a leer tras dejar Mali con 16 años

30 ene 2011 . Actualizado a las 06:00 h.

Oumar Diakete acaba de cumplir 17 años. Nació en Mali en diciembre de 1993 y solo se maneja en el bambara. Apenas un año atrás su vida se desarrollaba en un poblado de Gouwasolo, sin luz ni agua corriente. Sin escolarizar y trabajando prácticamente desde los cinco años, sus 212 centímetros de altura le han dado una segunda oportunidad. La tercera se la ofrece el Básquet Coruña, club empeñado en fabricarle un futuro.

Oumar es un fanático del fútbol y su ídolo es Kanoute, pero lo que de verdad le gusta es el baloncesto. Por eso dejó su país y recorrió los 3.000 kilómetros que lo separaban de A Coruña. Después de dos meses en la ciudad, hoy podría debutar en Marín con el equipo júnior. La adaptación no es sencilla, pero su capacidad de aprendizaje y la complicidad de su entorno hacen que el camino sea menos traumático. Sus compañeros se turnaron para darle un cobijo y alimento.

Ayuda social

«Ya no es asunto puramente deportivo, ahora lo social tiene una enorme importancia», asegura Gustavo Gago, preparador físico del club coruñés y ángel de la guarda de Oumar, al que acompaña y del que está siempre pendiente. Recibe clases de español en la asociación Equus Zebra por las mañanas y de educación primaria por las tardes. «Avanza muy rápido», dice el presidente de la asociación, Víctor Omgbá. «Eso sí, los techos se le quedan pequeños», destaca. Desde el Básquet Coruña ponen mucho empeño en su formación académica. La esposa de un directivo, profesora, apoya las clases diarias con tutorías en la sede del club.

Ha tenido que aprender todo, desde cómo coger un bolígrafo a cuestiones relacionadas con su aseo particular o las costumbres gastronómicas. Su inicial timidez se ha transformado en una sorprendente relación con un entorno decidido a que la aventura de Oumar tenga un final feliz. «Es un pedazo de pan, da las gracias por todo y es una esponja en todos los sentidos», asegura Julio Flores, presidente del club, con el que pasó las Navidades.

Aprende los conceptos básicos del básquet en los entrenamientos del equipo sénior y los perfecciona a las órdenes de Fernando Buendía en el júnior. «Tiene maneras y proyección, pero hay que trabajar mucho, en el gimnasio e integrándose en el deporte», explica el técnico. «En el vestuario ya es uno más, bromea mucho», añade.

Oumar se integra a pasos agigantados, pero a veces comete errores simpáticos. Como cuando se coló en el vestuario sénior tras el triunfo ante el Tíjola pensando que era el de su equipo. O el equívoco en el zoo de Vigo, cuando al ver un león sus acompañantes entendieron que había cazado alguno. «No los ha cazado, pero sí ha comido su carne». Su entrenador recuerda con cariño cómo a los pocos días de llegar le preguntó dos direcciones: «La de una mezquita, para poder ir los viernes; y la de San Brandán, porque le apasionan los cruasanes».

En cualquier caso, con un largo camino por delante, Oumar Diakete siempre puede recordar las dos primeras palabras que aprendió a repetir cuando llegó a A Coruña: «¡Malo será!».

Es originario de una aldea de Gouwasolo, en la región de Sengou, a menos de 100 kilómetros de Bamako. Nació en diciembre de 1993.

Oumar Diakete mide descalzo 212 centímetros. Su primer contacto con el baloncesto se produjo hace solo siete meses, cuando emigró a Bamako, capital de Mali.

Cuando llegó a la ciudad gallega solo hablaba bambara, chapurreaba un francés ininteligible que aprendió en tres meses en Bamako y no sabía leer ni escribir.

Ya se va entiendo en castellano con su entorno, es capaz de escribir su nombre y sus progresos deportivos son evidentes. Hoy podría debutar en Marín.

Tiene seis hermanos. En su casa no hay agua corriente ni energía eléctrica.