Marta Domínguez, una atleta de leyenda que se creyó intocable

Xosé Ramón Castro
Xosé Ramón Castro REDACCIÓN/LA VOZ.

DEPORTES

La historia de Marta es la de una atleta que lo ganó casi todo, que gozó de un gran reconocimiento social y que incluso fue concejala en su Palencia natal. Con la operación Galgo, todo se ha derrumbado

12 dic 2010 . Actualizado a las 03:11 h.

Quería ser bombero y terminó quemándose por supuesta distribución de sustancias prohibidas. Pensó de pequeña en vestir el uniforme de policía, pero fue la Guardia Civil la que entró en su domicilio para requisar una caja repleta, supuestamente, de productos prohibidos. Marta Domínguez (Palencia, 1975) cultivó a lo largo de tres décadas un mito. Fue el rostro del deporte femenino español conjuntamente con Arantxa Sánchez Vicario, la única que puede competir con ella en éxitos internacionales.

La leyenda, ahora en entredicho, de la gran dama de la cinta rosa se ha forjado con unos férreos códigos internos. La segunda de ocho hermanos, hija de metalúrgico y de ama de casa, ha crecido a la sombra de un clan familiar que ha llegado a reunir en torno a la mesa de los Domínguez hasta 40 comensales. Protegida del exterior, se hizo fuerte en Palencia, su Palencia querida, una ciudad que jamás quiso abandonar.

Marta colocó la primera piedra de su leyenda a los nueve años. Después de flirtear sin éxito con el fútbol ?por entonces cosa de hombres? se puso a correr. De estatura baja (1,63) y de constitución fibrosa, parecía fabricada para el fondo. Por eso, aunque los lanzamientos y las vallas (al final su trampa mortal) fuesen su tarjeta de presentación, enseguida descubrió en el cros su primer campo de actuación. Fue en Venta de Baños, localidad a la que ha estado muy ligada, en donde la descubrió Mariano Díez, su entrenador de casi toda la vida.

Inicios

Sus comienzos triunfales tienen un nombre propio inofensivo. Tan inocente como el de una papilla. En 1984 ganó el Premio Nutrexpa siendo infantil y sobre un recorrido de un par de kilómetros. Poco después conquistó el primero de un reguero de títulos nacionales, el cadete de 3.000 metros, lo que le sirvió para su primera beca federativa: 225.000 pesetas de las de antes. Una auténtica fortuna para una adolescente en aquella época.

Europa y el mundo tuvieron conocimiento de su existencia en los albores de los noventa. En 1993 se convirtió en la más rápida del continente en los 1.500 metros y al año siguiente fue subcampeona del mundo de la misma distancia. Su asalto a la fama se completó en el 96, cuando ya era campeona nacional de todas las categorías del medio fondo español.

Para entonces, la chica de la cinta rosa ya no pasaba desapercibida en el aún incipiente atletismo patrio. Sobresalía por su gen competitivo, por su milimétrica preparación para las grandes citas y por su inteligencia natural, tanto en la pista como fuera de ella. En su cabeza parecía tener un tablero de ajedrez. Un mito que adquirió tintes estratosféricos cuando fueron cayendo, una a una, sus 14 medallas internacionales, algo que jamás ha conseguido nadie en el atletismo español. Únicamente se le han resistido los Juegos Olímpicos. La inexperiencia en Atlanta, un catarro en Sídney y una valla en Pekín le negaron la gloria.

Su popularidad y su afán de notoriedad la llevaron a desembarcar en la política. Militante del PP, había apoyado a la formación en un sinfín de actos electorales, pero en el 2003 dio el paso y saltó al ruedo electoral para ganar un acta como concejala en el Ayuntamiento de Palencia.

Nadie como ella atrae más votos en su ciudad natal, que hoy vive consternada e incrédula, pero que hasta ahora rendía cultoen cada rincón. Un pabellón, una calle y encargada una estatua de 16 metros cuyo proyecto fue parado a la carrera en la jornada del viernes. El mismo día que se conocía que su heroína pasaría a disposición judicial 48 horas después.

Tradicional

Tan arraigada como su doctrina conservadora, Marta tiene sus creencias religiosas. Por eso es cofrade desde tiempo inmemorial del Cristo de la Misericordia. El Madrid es su tercera gran devoción.

Tanta popularidad, un rostro amable para la gente ?aunque en el mundo del atletismo siempre ha tenido fama de arisca? la convirtieron en la persona ideal para abanderar la pureza del deporte y la lucha contra el dopaje. «El que la haga, que la pague», manifestó en alguna ocasión, cuando comenzaron a salir a la luz pública los primeros escándalos de dopaje en el atletismo español. Ya por aquel entonces, un sector del atletismo en España veía con cierta desconfianza sus reiterados éxitos sobre el tartán.

La frase se ha vuelto contra sus intereses. Después de recibir decenas de homenajes, de sacarse centenares de fotos, de acaparar premios (hasta el de atleta europea) accedió al equipo directivo de la Federación de la mano del presidente Odriozola. Fue en los tiempos en los que todo era felicidad suprema, cuando decidió casarse con un profesor (ella, que es diplomada en magisterio y que tenía entre sus aficiones participar en todos los actos posibles de su cole) y afrontar la siempre dura tarea de la maternidad para una deportista de élite.

La criatura de cuatro meses que lleva ahora en sus entrañas le ha servido por el momento para burlar los calabozos. Y todo en una etapa de su vida en la que se especulaba con el adiós definitivo. En los corrillos del atletismo se hablaba de despedida, porque muy pocos pensaban que la chica de la melena rubia que sacaba la lengua en cada triunfo llegaría a los Juegos Olímpicos de Londres que se celebrarán en el 2012.