Basso regresa a la cima en Verona

M. F. REDACCIÓN/LA VOZ.

DEPORTES

El italiano ganó su segundo Giro de Italia y el español Arroyo conquistó una brillante segunda plaza

31 may 2010 . Actualizado a las 02:31 h.

Ivan Basso entró triunfante en el Coliseum de Verona. Cerró la contrarreloj en el puesto número 15. Un dato irrelevante. Como cabía esperar, el italiano había ganado con autoridad su segundo Giro. Basso se abrazó a sus hijos y celebró su victoria, su segunda vida en rosa después de su sanción por su implicación en la operación Puerto. El sueco Gustav Erik Larsson paladeó su triunfo de etapa. David Arroyo festejó uno de los días más importantes de su vida. Acabó segundo superando todas las expectativas. La única incógnita real del podio era saber si Vincenzo Nibali, que partía con solo un segundo de ventaja sobre Michele Scarponi, resistió en el en tercer escalón.

El Giro se desperezó con líderes ilustres. Cadel Evans y Alexander Vinokourov se enfundaron la maglia rosa de forma temprana y efímera. Fueron las primeras sorpresas de una carrera cambiante, viva.

Un potente Liquigas

El vencedor celebró el triunfo aupado por sus compañeros del Liquigas. La imagen fue una metáfora de la carrera. Porque Evans, Vinokourov y Arroyo habrán soñado en algún momento de las tres semanas con los hombres de verde. El equipo de Basso solo flaqueó en la etapa del Aquila, donde permitió que 56 corredores se escaparan y dieran un vuelco a la general que catapultó, entre otros, a Arroyo. Pero sus corredores impusieron su rodillo en la montaña. Agitaron las llamas del infernal Mortirolo cuando Basso necesitaba martirizar a sus rivales y enfriaron el Gavia cuando ya no querían batalla. En la criba de las rampas solían resistir tres nombres: Basso, Nibali y Scarponi.

Los otros aspirantes al triunfo final tuvieron que rendirse ante la evidencia. Mientras Basso viajaba a lomos del Liquigas ellos realizaban un viaje solitario a las cumbres, cada uno con su cronoescalada, separándose, encontrándose... En un segundo plano.

Arroyo es un segundo más que digno. Resistió de forma heroica y firmó un descenso del Mortirolo escalofriante que obligó a Basso y compañía a exprimirse en la ascensión a Aprica. Cedió, pero sin desfondarse, a pesar de no contar con ninguna ayuda.

Carlos Sastre, que partía como la gran opción española, acabó octavo en una Giro que, según sus propias palabras, «fue muy difícil». Comenzó con mal pie, sufrió una caída, y no pudo ser aquel corredor que incendió el Vesubio en el 2009. Basso puso el fuego en el 2010.