El guaje por fin consigue hacerse mayor

Mariluz Ferreiro REDACCIÓN/LA VOZ.

DEPORTES

20 may 2010 . Actualizado a las 02:00 h.

Dice David Villa (Tuilla, 1981), que en su pueblo todos son mineros. O hijos de mineros. O sobrinos. O nietos. Como él mismo. De ahí viene su mote, el guaje . La palabra se emplea como un sinónimo de niño, pero procede de las profundidades oscuras en las que se cría el carbón. El guaje es el ayudante del picador. Y el oficio solían ejercerlo chiquillos. Gente menuda, como Villa, que fue rechazado por el Oviedo alevín por ser demasiado pequeño.

Mel, el padre de Villa, trabajó en la mina Mosquitera. Y estaba convencido de que su hijo había sido llamado por la senda del fútbol. Pero el camino que condujo a Villa hacia el éxito tuvo sus tramos tortuosos. A los cuatro años el asturiano se fracturó el fémur de la pierna derecha. La cojera parecía inevitable. Pero el asturiano empezó a tocar el balón con la izquierda mientras se recuperaba. Y así limó su zurda para seguir jugando entre niños mucho mayores. Formó parte de la cantera de la Unión Popular de Langreo. Después recaló en el Sporting de Gijón. Desató un vendaval de goles con el equipo rojiblanco en Segunda División. Y los conjuntos de Primera le siguieron la pista. Su traspaso al Zaragoza supuso la supervivencia del club gijonés. Con el equipo maño ganó la Copa del Rey frente al Real Madrid. Su viaje continuó en el Valencia, para confirmarse como el mayor artillero español de la Liga.

Por sus números, el pasado verano figuró en las posibles colecciones de cromos del Real Madrid y el Barcelona. El ariete siempre tuvo preferencia por los culés. Pero el culebrón no tuvo un final feliz para el guaje . El equipo merengue optó por Benzema y el club azulgrana incorporó a Ibrahimovic. El gran salto de Villa tuvo que esperar un año.

El siete de España

Ahora, en el equipo azulgrana estará arropado con sobrada munición en el ataque, pero Villa ha sido un jugador acostumbrado a buscar el gol en solitario, a crear de la nada. Como el tanto que dio el triunfo a España en el último suspiro del partido ante Suecia en la última Eurocopa, en la que fue el máximo goleador. Con aquel gol el combinado nacional comenzó a regatear su torcido destino. El delantero había heredado el siete de Raúl para hacerlo suyo. «¡El siete de España! ¡Porque ha sido pichichi ! ¡Por sus huevos!», lo presentó Pepe Reina cuando ejerció de showman en la celebración de la Eurocopa.

Villa, casado con su novia de siempre y padre de dos niñas, parece tirar en el campo del empuje y el desparpajo de la cuenca minera. Su bisabuelo le puso a sus cuatro hijos Trostky, Libertad, Lenin y Stalin. Pero la rebeldía del delantero es medida. Esta temporada criticó a Unai Emery por su planteamiento en un partido. Fue una pequeña tormenta en un vaso de agua. Porque el punta lleva una vida discreta al margen de los focos y las polémicas. Prefiere pinchar en el terreno de juego.