Los enviados de la UCI decidieron hacerlo en el restaurante. Al no haber espacio suficiente en el servicio, lo hicieron justo al lado, en el pasillo de los baños, detrás de unas puertas tipo oeste americano, que permiten ver las piernas y la cabeza. Allí, en un lugar accesible para cualquier otro cliente, Pereiro se bajó los pantalones y los calzoncillos hasta la altura de los tobillos, como mandan las normas; se subió la camiseta, se lavó las manos delante del vampiro para que pudiera dar fe de que no se producían manipulaciones y orinó con luz y taquígrafos.
Igualmente, los vampiros sacaron el material para realizar la extracción de sangre. Y allí, por donde la gente pasa camino de los baños, se tomaron las muestras, que se depositaron después en una nevera portátil. La imagen de Pereiro entrando a los aseos acompañado de un hombre y una mujer con una nevera llamó la atención de la clientela y de los camareros. Según Alejandro Gómez: «La gente alucinaba. Estaba lleno de extranjeros que miraban a tres personas meterse en la zona de baños, que tardaron en volver y que hacían movimientos extraños tras las puertas. ¿No quieren limpieza en el deporte? Entonces, ¿por qué se hace una extracción de sangre en un lugar tan poco higiénico? Desde el punto de vista de un deportista, nos tratan como a delincuentes. Tenía que haber ido a la Catedral a hacerse el control».