El sorbo más amargo del «playboy» italiano

Daniel García Marco

DEPORTES

17 sep 2009 . Actualizado a las 02:00 h.

Acostumbrado a los ambientes más selectos, a convertir en oro cualquier negocio, a suculentas cuentas bancarias, a estar rodeado de las más bellas mujeres y a ser un personaje que trasciende lo deportivo, el italiano Flavio Briatore probó ayer un desconocido sabor a derrota en su exitosa vida de playboy .

Briatore, de 59 años, posee un avión particular, un yate, un equipo de fútbol, un club nocturno, una línea de moda, una compañía farmacéutica, está casado con la modelo italiana Elisabetta Gregoraci y entre sus relaciones se encuentran otras bellas como Naomi Campbell y Heidi Klum.

Hasta ayer dirigía también la escudería Renault, con la que en 20 años ganó cuatro títulos de campeón del mundo, un gran éxito para un equipo siempre a la sombra de Ferrari y de McLaren. Sus gafas azules esconden una mirada experimentada en el márketing, el espectáculo y en la caza de talentos. Apostó por Michael Schumacher y por Fernando Alonso y con ambos fue dos veces campeón.

A Alonso lo descubrió cuando estaba en Minardi y confió en él en el 2003. Como jefe de equipo lo condujo con mano de seda para hacerlo campeón y como mánager incrementó los ceros de su cuenta corriente con actividades que van más allá del volante, como la publicidad y la moda. «Siempre ha sido un buen jefe para mí. Es un amigo. Ha apoyado mi carrera desde que estaba en Minardi. Es una de las buenas personas que hay aquí y siempre tendrá mi apoyo», dijo Alonso la pasada semana en Monza.

El italiano llegó por casualidad a la fórmula 1. Su amigo Luciano Benetton le pidió en 1977 que lanzara su franquicia de moda en Estados Unidos. Benetton hizo rico a Briatore y Briatore hizo aún más rico a Benetton, que en 1989 le pidió que fuera director comercial de su equipo de fórmula 1. Hizo las cosas tan bien que apenas dos años más tarde ya lo dirigía. Briatore no sabía ni de moda ni de fórmula 1, pero triunfó en ambos campos.

Con un elevado concepto del espectáculo , el italiano aportaba en el paddock ese punto de glamur, de superficialidad y de lujo que atrae a las masas. «¿Qué genera un mayor interés: desarrollar un embrague doble que la gente no puede ver, o tener a Sylvester Stallone en la parrilla? Tenemos que ser capaces de entretener a la gente», aseguró. Esa era su máxima.

Sus amigos lo describen como un hombre trabajador, hiperactivo, ambicioso e impaciente. Pero también cercano, atento y generoso. No opinan lo mismo sus enemigos. Como Max Mosley, uno de sus verdugos.