La gestión de Gil Marín incendia a la afición atlética, que exige su dimisión

DEPORTES

Los hinchas rojiblancos realizarán diversos actos de protesta el sábado, antes y durante el partido con el Racing

09 sep 2009 . Actualizado a las 02:45 h.

Miguel Ángel Gil Marín escribió el pasado sábado una carta de descargo que la afición colchonera ha transformado en declaración de guerra. El consejero delegado del Atlético de Madrid utilizó cerca de mil palabras en una misiva pública (más de una página en el diario AS ) para asegurar, entre otras cosas, que el fútbol «ha perdido sus valores fundamentales» y que ahora es «un espectáculo cargado de intereses». Los culpables de este cambio serían, según apuntó, los medios de comunicación y la Ley de Sociedades Anónimas.

Trataba Gil Marín de aplacar el descontento de los seguidores de su equipo por la última crisis desatada tras la venta de Heitinga al Everton cuando ya no había tiempo para hacer nuevos fichajes. El resultado habla poco de las facultades del directivo como apagafuegos: los aficionados han convocado una serie de actos de protesta para exigir la desvinculación del vástago de Jesús Gil de la familia atlética. Una hora antes del partido ante el Racing de Santander, fijado para las seis de la tarde del sábado, los hinchas se concentrarán ante el Vicente Calderón y darán una vuelta al estadio exhibiendo su disconformidad con los gestores del club. Además, esperarán hasta cinco minutos después del arranque del encuentro para acceder a las gradas y en el minuto diez iniciarán una pañolada.

Será un nuevo capítulo de la turbulenta relación entre la familia Gil y el Atlético, una entidad que acumula más de 500 millones de deuda y que en la última década ha vivido su mayor crisis, tanto a nivel económico como deportivo. El buen final de temporada con la clasificación para la Liga de Campeones no ha aplacado el descontento de los colchoneros con los responsables del equipo del Manzanares.

Apropiación indebida

La situación tiene su origen en la conversión del club en Sociedad Anónima, en julio de 1992, cuando Jesús Gil se convirtió en máximo accionista (ya era presidente desde 1987) con una maniobra que desató el caso Atlético, rematado con una condena por apropiación indebida de acciones, que no recibió castigo al haber prescrito cuando se dictó sentencia. Pese a la falta de sanción, la resolución judicial dejó un poso de ilegitimidad en cada decisión de los Gil al frente de la entidad. Un hecho que se recordará el sábado cuando se exija poner fin a la vinculación de la familia con la historia atlética.

La intervención judicial, coincidiendo con el descenso a Segunda y los dos años en el infierno generaron la época de mayor tensión en el horno colchonero, medianamente aplacada con el regreso a Primera. Sin embargo, desde el ascenso, en el 2002, se ha realizado una inversión de casi 240 millones de euros para traer jugadores que solo en contadas ocasiones han contentado a la hinchada, que tampoco acogió de buen grado la venta de su referente, Fernando Torres, al Liverpool. La buena clasificación de las dos últimas temporadas, con plaza Champions, había acallado las protestas, pero el mercado de fichajes y el batacazo ante el Málaga en la primera jornada de esta campaña ha resucitado la indignación de los sufridos socios del Pupas .

Tras invertir solo siete millones en contrataciones (básicamente, en pagar la cláusula de Asenjo) y mientras el entrenador se quejaba de la falta de refuerzos, la directiva decidió vender al lateral derecho titular, el holandés Heitinga, al Everton, cuando en España ya se había cerrado el mercado. No había posibilidades de que llegara la contratación prometida si el equipo pasaba la previa de la Liga de Campeones.

El secretario técnico, el cuestionadísimo García Pitarch, se escudó en la falta de dinero y la respuesta le llegó del propio presidente, Enrique Cerezo: «Si no hay dinero, no hace falta secretario técnico». Gil Marín escondía la cabeza; hasta que sacó la pluma y estalló la guerra.