El arousano firmó una gran remontada en la última ascensión y Alejandro Valverde se vistió de oro
19 sep 2019 . Actualizado a las 21:58 h.Como Sansón. Pero a la inversa. Gustavo César Veloso se cortó el pelo justo antes de la Vuelta. Estaba convencido de que esa maniobra capilar le había dado la pizca de suerte necesaria para ganar la general en Cataluña en el 2008. Se aferraba a la superstición y a la comodidad. Pero fue su clase la que le dio el triunfo ayer en Xorret de Catí. El corredor del Xacobeo Galicia firmó la primera victoria del ciclismo español en esta edición. Y se convirtió en el sexto gallego que conquista una etapa en la historia de la ronda española, siendo el último eslabón de una cadena que forman Delio y Emilio Rodríguez, Álvaro Pino, Suso Blanco Villar y David García. Fue su día. Y el de Alejandro Valverde, que atacó y se vistió de oro.
Cuando se empezó a cocer la fuga del día, Veloso no estaba allí. Fue otro corredor del Xacobeo, Gustavo Domínguez, el que se sumó a la aventura. Pero el porriñés tuvo que desistir. Y Veloso decidió ser el sustituto. Se fue en busca de la fuga. «Ahí va un ataque boomerang », se escuchó en las entrañas del pelotón. Pero el arousano ya no regresó al gran grupo. Y acabó compartiendo escapada con De la Fuente (Fuji), Ramírez Abeja (Andalucía), Sánchez Pimienta, Stijn Devolder (Quick Step), Marco Marzano (Lampre) y Rein Taaramae (Cofidis).
Con sus relevos abrieron una brecha que durante muchos kilómetros osciló entre los cinco y los seis minutos. Cuando llegaron a los pies de Xorret del Catí, la última subida, sabían que probablemente el ganador saldría de aquel grupo. Taaramae lanzó un ataque fulminante, pero solo mortal para él. El estonio pagó su inexperiencia y acabó desfondado en el muro alicantino. «Lo vimos después parado, poniendo pie a tierra», comenta Gonzalo Rabuñal.
Recogiendo cadáveres
Veloso fue recogiendo cadáveres con frialdad de sepulturero. Subiendo a su ritmo, templado por la experiencia, gestionando a la perfección sus fuerzas. Hasta que alcanzó la cabeza de carrera junto con el italiano Marzano. Entonces, al comprobar que el ciclista del Lampre esta tocado, lanzó su ataque. Avanzó en solitario hacia la cima, realizando sus cálculos. Cuando coronó el último puerto faltaban tres kilómetros de descenso. Era consciente de que, salvo imprevisto, la etapa era suya. Se abrochó el maillot como si aquella fuera simplemente una cima más de la Vuelta y no la antesala de la victoria. «Le eché una bronca por hacerlo, por perder tiempo así. ¡Mira que es frío!», señaló después Álvaro Pino entre risas.
En el descenso, Veloso superó los ochenta kilómetros por hora. «El peso que me había fastidiado en la subida, me ayudó al bajar», señaló el ciclista. Y levantó los brazos con tranquilidad. Había prometido que en la segunda semana de la carrera batallaría por una etapa y cumplió su promesa el primer día.
Los favoritos
Por detrás, Valverde daba puñaladas en el grupo de favoritos que hirió a Ezequiel Mosquera y a Samuel Sánchez. Resistieron Cadel Evans e Iban Basso. El australiano incluso tomó la iniciativa, toda una novedad en su forma de correr. El gallego, en un escenario totalmente huraño, una cima explosiva difícil de domar para su motor diésel, cedió 32 segundos en la meta con el murciano, que esprintó para llevarse las bonificaciones y vestirse de oro. Ahora el Caisse d'Epargne tendrá que asumir las responsabilidades derivadas del liderato. El primer puesto de la general puede ser un regalo envenenado.
Valverde y Veloso, compañeros en la selección sub-23 que acudió al Mundial de Plouay se reunieron de nuevo. Pero esta vez para compartir podio. Cuestión de clase.