El día de Gárate y el Tour de Contador

DEPORTES

El vasco se impone en el Mont Ventoux y el madrileño se convierte en ganador virtual de su segunda ronda francesa

26 jul 2009 . Actualizado a las 02:00 h.

El Mont Ventoux para Juanma Gárate. Y el Tour para Alberto Contador. La cima lunar repartió las últimas cartas del Tour 2009. Pero al barajar no alteró el orden del podio. Salvo imprevistos, Andy Schleck ocupará hoy en París el segundo escalón de la gloria. Y Lance Armstrong, con casi 38 años y con una retirada de tres a sus espaldas, volverá a ocupar un lugar de honor en los Campos Elíseos.

En la historia del Tour ningún español había logrado asociar su nombre al Mont Ventoux, una cima cuyo mito se alimenta de ilustres vencedores. Gárate fue el corredor alrededor del que se forjó la escapada del día cuando la etapa todavía estaba desperezándose. Después fulminó a sus rivales con una batería de ataques. Tony Martin y él fueron los supervivientes que se jugaron el triunfo. Digerían con dificultad las rampas sintiendo la muerte en los talones, con la amenaza latente de ser víctimas de la explosión definitiva del grupo de favoritos, que de vez en cuando pegaba un bocado a la ventaja de los escapados. Pero la fe propia y la táctica ajena propiciaron margen suficiente para que Gárate se lanzara a por la victoria. En su primer intento fue cazado por Martin. En su segundo golpe, a orillas de la meta, doblegó a un rival quizás lastrado por la inexperiencia. El vasco del Rabobank, de 33 años y bregado en muchas batallas, ya sabe lo que es levantar los brazos en las tres grandes. Ya puede bajarse de la bicicleta tranquilo tras el que considera «el broche de oro» de su carrera.

Atados por la estrategia

Gárate se benefició de la tela de araña que ayer envolvió a los aspirantes a la general. Hubo un momento en el que la jornada se entregó a una locura transitoria. Cuando el pelotón pululaba cerca de las faldas del Mont Ventoux, con el viento se agitaron los temidos abanicos al ritmo del Astana. Parecía el entrante de un plato fuerte e imprevisible. Pero después la etapa convirtió en un juego más cerebral.

Primero manejó el timón el Astana. Después el Saxo Bank tomó el mando del ascenso. Ya no estaba Carlos Sastre, al que le fallaron las piernas. Y a unos doce kilómetros de la meta comenzaron las maniobras destinadas a variar la general. Contador y el pequeño de los Schleck, de nuevo los más fuertes, subieron la cima atados. La fuerza, cercenada por la estrategia. Andy Schleck abría brecha con extrema facilidad. Lanzó hasta seis ataques a los que el madrileño respondió con su pedalada ligera. Pero el luxemburgués siempre acababa mirando hacia atrás. Esperando ver en el grupo perseguidor la silueta de su hermano para poder convertirse en su trampolín hacia el podio. Y Frank sufría el marcaje de Armstrong, que a su vez actuaba como freno de posibles aventuras de un Contador conservador, que se limitaba a seguir a Andy sin ofrecer relevos o alternativas de poder.

El corsé táctico limitó los movimientos del grupo de los ilustres, que saltaba por los aires y se reconstruía de nuevo al ritmo que marcaba el vaivén de las pedaladas de Andy Schleck.

Frank Schleck se rindió

Como Frank no se liberaba de Armstrong, el hermano menor decidió soltar lastre a unos tres kilómetros de meta. Le siguieron Contador y Armstrong. Fue demasiado para Bradley Wiggins y Andreas Kloden, que ya había sufrido al principio de la subida. También para Frank Schleck. Pero, en cuanto a la conquista del Mont Ventoux, ya era tarde para todos. Porque la cima blanca era para Gárate.

Como había sucedido anteriormente en Le Grand-Bornand, el Mont Ventoux ofreció la fotografía del podio del Tour. Pero una versión actualizada, sin el mayor de los Schleck. Andy Schleck y Contador cruzando la línea de meta con Armstrong al fondo. Una metáfora visual del paso del estadounidense por este Tour de Francia. Siempre presente de una u otra forma. Amenazante como un viejo lobo. Pero detrás del luxemburgués y del español, los dos corredores llamados a repetir su duelo en otras grandes vueltas, destinados a escribir capítulos de esa historia a la que Armstrong ha contribuido con unas cuantas páginas.