Futbolista por prescripción médica

DEPORTES

A punto de dejar el fútbol con 14 años, el padre del delantero uruguayo hizo que un doctor convenciera a Forlán de seguir jugando; el Atleti es el penúltimo beneficiado

01 jun 2009 . Actualizado a las 02:00 h.

Diego Forlán (Montevideo, Uruguay, 1979) no terminó de cogerle el gusto a lo del fútbol hasta pasada la adolescencia. Primero quiso dedicarse al tenis y después a tomar el sol en las playas de Punta del Este. De sacarle la raqueta de la cabeza se encargó su padre, para apartarlo de la sombrilla fue necesario recurrir al médico.

Con 14 años se fue de vacaciones al sur de Uruguay con unos amigos. Un par de meses lejos de los entrenamientos intensivos fueron suficientes para que Diego le cogiera el gusto al descanso y amenazara con dejar el deporte. Esta vez ni las llamadas al orden paternas surtieron efecto, así que cuando regresó a Montevideo había un doctor, amigo de la familia esperándole. El nuevo Bota de Oro recordaba hace poco aquella noche «espectacular» en la que el galeno le habló durante horas hasta convencerle de que no era el momento de tirar la toalla: «Haz solo la pretemporada -le pidió- para coger forma física y luego lo dejas». Y hasta hoy.

Así se salvó la gran crisis en la larga relación entre la pelota y el delantero del Atleti. Un noviazgo que empezó a gestarse en la pila bautismal. El primer apellido, Forlán, remite a su padre: Pablo, Boniato , fue lateral de Peñarol y de la selección uruguaya que disputó los mundiales del 66 y el 74. El segundo apellido, Corazo, lleva hasta su abuelo: Juan Carlos Corazo fue parte de una mítica medular del Independiente de Avellaneda, en Argentina, y después ganó dos títulos de la Copa América como seleccionador charrúa.

Desde pequeño, Diego se acostumbró a seguir a su progenitor en los partidos de casa y en el estadio del Centenario conoció a los más grandes del momento (Maradona, entre otros). Papá quería que el crío saliera también futbolista, y otro amigo de la familia, el profesor Julio Giocia, le convenció de que el chico tenía madera: «Lo vio con un balón con solo cuatro años y me dijo que tenía una motricidad de un chaval de nueve». Pablo solo tuvo que aprovechar las cualidades innatas de su hijo e insistir en que aprendiera a manejar la zurda con tanta soltura como la diestra. Del empeño salió uno de los futbolistas más completos del momento.

Tributo a sus antepasados

Diego rindió tributo a sus antepasados. Antes de dar el salto a Europa rumbo a Manchester militó en la cantera de Peñarol (también jugó para las categorías inferiores del Danubio) y en Independiente, donde en el 2001 llamó la atención de los ojeadores del United. Para fichar por los diablos rojos solicitó una casa habilitada para que su hermana, en silla de ruedas por culpa de un accidente de tráfico en el que se mató su novio, pudiera acompañarle en el viaje.

Alejandra también siguió a su hermano pequeño cuando el ariete cambió Manchester por Villarreal, en el 2004, tras ganar una Premier con los ingleses. En la temporada de su estreno con el submarino amarillo ya fue Bota de Oro, también por encima de Eto'o y de allí pasó al Atleti. Quizá mañana sea el Barça. Diego ha recuperado la forma, pero ya no quiere dejarlo.