El «tío de barrio» que prometía en Mareo cumple en A Coruña tras los cuidados de Marcelino

DEPORTES

11 feb 2008 . Actualizado a las 02:00 h.

Pablo Amo (Madrid, 1978) está pagando la deuda en la que se había convertido. Porque el madrileño de acento asturiano siempre ha cargado con el sambenito de eterna promesa. Lo fue hasta con veintisiete años, cuando terminó la temporada con trece encuentros de blanquiazul y el entorno de congratulaba por la aparente explosión de aquel chaval que ya apuntaba en Gijón.

Porque lo de Pablo Amo y la escuela de Mareo es una relación de amor platónico. Se idolatran mutuamente, desde que se mudó desde el Colonia Moscardó madrileño para ponerse la rojiblanca del Sporting juvenil. Tres temporadas más en el filial directo y, mientras el Deportivo ganaba su Liga, al primer equipo. Compartió momentos con Ciriaco Cano, Vicente Cantatore, Lediakhov, Hadda Kamatcho, Juanjo Valencia, Tcherisev y algún otro.

En el año 2002 llegó a A Coruña en una operación de ida y vuelta que dio con Aira y David Pirri en el exilio. No se estrenó con el Deportivo hasta dos años más tarde. Y es que su estancia en el cuadro coruñés no ha sido, hasta el momento, un camino de rosas. Su contrato termina a finales de la próxima temporada. A falta de consumir su último curso y medio, tiene en su haber una escasa continuidad en el Deportivo, y dos cesiones. A pesar de ello, el concepto que tiene de él la grada es sobradamente positivo. Tanto que Pablo llegó a reconocer: «No sé por qué el público me aplaude», aunque recientemente apuntó los motivos. «Soy un tío de barrio, me gusta ir a por el pan y comer en el bar de abajo», reveló.

Más allá de la fe personal que el deportivismo, su perfil futbolístico le define como un central ágil con el balón en los pies, implacable por alto y descarado en ataque. Según esto, su nueva función en la defensa de cinco, le viene como anillo al dedo. Sin embargo, sus detractores le castigan por ser demasiado blando con los rivales y ser proclive a las lesiones. Eso es lo que argumentaban técnicos que lo desterraron de Riazor, como Javier Irureta o Joaquín Caparrós, que fichó a Juanma Delgado en su lugar.

Le ha costado a Pablo Amo sacar la cabeza. El destino lo puso a prueba hasta el punto de haber consumido una cesión al Valladolid (2005-2006) sin haber siquiera debutado por culpa de las lesiones. Varios impagos del Sporting y del Recreativo completaron una época para el olvido en el currículo del madrileño.

Resurrección en Huelva

Pero fue precisamente en Huelva donde plantó cara a la enfermería y se erigió en el cerrojo del mejor Recre de la historia y, de la mano del también asturiano Marcelino, resurgió para el fútbol para abrillantar su maltrecha hoja de servicios. Lotina ha recogido el testigo y ha tenido paciencia en otro inicio de campaña a trompicones. Y así, el hombre que logró el gol más rápido de la historia de la Copa del Rey, ha firmado tres en cuatro partidos (cinco en un total de cuarenta en Primera) y es el nuevo Djukic.

Celoso al límite de su tiempo libre, podrá dedicar su merecido descanso a sus estudios de INEF, la lectura, el cine o sus ansiados viajes.