Michelino sigue dibujando un fútbol de alta costura

DEPORTES

09 feb 2008 . Actualizado a las 02:00 h.

Michael Laudrup (Frederiksberg, Dinamarca, 1964) entrena ahora tal y como jugaba hace años. Ya entonces, su criterio era el mismo en el césped y en su fondo de armario: la elegancia.

Laudrup fue beneficiario colateral del culebrón de verano «Schuster al Madrid». Después de acordar un salario de un millón de euros anuales y de irse de vacaciones a Nueva York con su familia, se hacía cargo de un Getafe subcampeón de Copa y debutante en la UEFA. Junto a él, Luis Milla, Larsen y Jensen. En su hoja de servicios, una etapa como segundo de Olsen en la selección danesa y tres títulos con el Brondby (una Liga y dos Copas). El danés había rechazado una propuesta para suplir a Marcelino en el Recreativo porque no encontró un colegio bilingüe para sus hijos. Y Sevilla le pareció lejos para vivir.

Su aterrizaje desató pasiones y la venta de camisetas del Getafe con su nombre. El número de abonos femeninos creció de la noche a la mañana. Ángel Torres se dio por satisfecho. Laudrup prometía buen fútbol. Lo ha cumplido.

Rebautizado en Italia como Michelino, quiere para su Getafe el mismo fútbol que él se inventaba para el dream team de Cruyff. El enjoylaudrup sublima el regate, el pase al hueco, la triangulación, la verticalidad, el primer toque, la rapidez en los movimientos y el cariño casi sexual por el balón. Predica con el ejemplo y participa en las pachangas hasta jugarse el físico con Casquero.

En la pizarra de Laudrup, los mandamientos son claros, pero las reprimendas, también. «Tuvo una noche tan mala que esperamos y rezamos para que se recupere Abbondanzieri y pueda estar frente al Real Madrid», le clavó a Ustari tras la derrota ante el Valencia.

El danés es un tipo de palabra. Su equipo jugó de ensueño esta temporada, muchas veces con diez hombres, y castigado con crueldad por los resultados. Ángel Torres le respaldó y el Getafe no ganará esta Liga, pero dará más gusto verlo que al campeón.

Esta es la segunda vida futbolística de un hombre que no ganó la Eurocopa del 92 de milagro porque justo antes había renunciado a su selección, que dejó plantado a su ídolo y entrenador Cruyff para irse al rival Real Madrid, y que tiene un representante que se peleó con Mijatovic en el palco del Sevilla. El mismo que ganó todos los títulos de clubes posibles y que se vistió la del equipo de sus amores (el Brondby), Juventus, Barcelona, Real Madrid, Ajax y que se dio el lujo de ser la estrella del fútbol japonés hace diez años.