El Deportivo puede desaparecer por culpa de Lendoiro y su consejo

La Voz

DEPORTES

Por primera vez en sus más de cien años de historia, el club se encuentra ante el riesgo firme de desaparecer como entidad.

11 ene 2008 . Actualizado a las 18:13 h.

Por primera vez en sus más de cien años de historia, el Deportivo se encuentra ante el riesgo firme de desaparecer como entidad. Los casi 20 años de Lendoiro en la presidencia han conducido al club a una situación terminal. A la vista del último balance presentado por el consejo de administración y ante sus reiterados incumplimientos de la normativa contable, expertos en auditoría y juristas consideran que Lendoiro ha sumido al Deportivo en una situación próxima a la quiebra, que ha sido camuflada mediante artificios en las cuentas. De no corregirse la deriva actual, la continuidad de la sociedad parece inviable.

El desgobierno del club y su descapitalización se dejan sentir también en el terreno futbolístico, donde el equipo, en puestos de descenso, pelea con dificultad y esfuerzo por mantener la categoría. La situación es tan trágica para el Deportivo que por primera vez los accionistas han anunciado que acudirán al juzgado para defender sus derechos e intereses.

La alternativa más viable para evitar que el Deportivo desaparezca es que se acoja a la ley concursal. Esta norma, de reciente creación, permitiría que el equipo siguiese compitiendo en Primera División y propiciaría una intervención judicial para intentar ordenar y limpiar el pasivo de la entidad. La ley concursal se ha diseñado para posibilitar la viabilidad de sociedades en situación muy delicada. Si durante el concurso se probase que ha habido una gestión negligente por parte de los administradores actuales, estos se podrían ver obligados a responder con su patrimonio. Lendoiro llegará este año a la cifra de más de mil millones de pesetas ganados en el Deportivo, lo que explicaría su oposición frontal a la solución concursal, que le podría exigir responsabilidades a él y a sus consejeros.

La Voz, preocupada por el Deportivo, comenzó a alertar de los números rojos en los años 90 y Lendoiro lo negó siempre

La carrera hacia un horizonte de quiebra emprendida por el presidente Lendoiro y su consejo de administración no es nueva. La Voz de Galicia comenzó a denunciar a mediados de los años noventa que el Deportivo estaba disparando su pasivo de una manera alarmante, a tenor de sus escasos ingresos. Aquellas primeras advertencias se produjeron en un momento en que los éxitos en la cancha hacían que la mayoría de los accionistas prestasen poca atención a la gestión del club. La Voz entendía, y entiende, que su deber es defender al Deportivo, una de las sociedades más queridas y emblemáticas de Galicia, y por ello asumió su tarea de contar la verdad de lo que estaba ocurriendo. Esa decisión editorial obligó a arrostrar unos costes: la incomprensión de algunos aficionados, que solo querían ver los goles y no su precio, y la persecución por parte del consejo de administración del club a los periodistas de La Voz. Lendoiro prohibió a los redactores y fotógrafos del periódico entrar al estadio municipal de Riazor, en las oficinas del club y en los campos de entrenamiento. Además, inició una campaña de insultos y amenazas a través de los órganos de comunicación del club. La Voz tuvo que acudir al juzgado para defender el derecho a la información y varias sentencias fallaron a favor del diario. Solo ahora, cuando la gravedad de la crisis institucional es un clamor, los medios que guardaron un silencio cómplice durante lustros ofrecen al fin información crítica con la labor del consejo y dan cuenta de la realidad de la deuda y de las irregularidades contables.

Cuando el actual presidente llegó al club, en 1988, el Deportivo debía 500 millones de pesetas. El último balance reconoce una deuda de 24.900 millones de pesetas (150 millones de euros). El plan de saneamiento y la aportación de miles de pequeños accionistas, que suscribieron títulos por afecto al club, permitieron enjugar aquellos 500 millones. Lendoiro pudo comenzar a trabajar con el marcador a cero y se benefició del bum de los derechos televisivos. Pero en la asamblea de accionistas de octubre de 1995 el consejo actual ya reconocía una deuda de 2.892 millones de pesetas. Los números rojos que tenía el Deportivo antes de la llegada de Lendoiro se habían multiplicado por cinco en solo siete años. La Voz tituló su información de la asamblea de 1995 advirtiendo que «Lendoiro le llama inversión a la deuda». El presidente replicó que «el club no le debe nada a nadie» y aseguró que los 2.892 millones procedían de que «todavía arrastramos la deuda histórica de cuando nos hicimos cargo de la entidad». El tiempo ha probado que ambas afirmaciones eran radicalmente falsas.

El 11 de diciembre del 2001, La Voz reveló que, a la vista del balance presentado aquel año por el consejo, la deuda había subido a 21.600 millones de pesetas. Lendoiro replicó que era «asumible» y pretextó como contrapartida que la plantilla de aquella temporada valía 30.000 millones. Aquellos jugadores se han ido, pero los 30.000 millones que iban a reportar puestos en el mercado nunca aparecieron. Año tras año, el consejo ha ido camuflando sus balances incorporando como ingresos la tasación de los jugadores y otros activos según el criterio arbitrario del club. Se ha llegado a incluir como un beneficio extraordinario lo que valdría en el mercado el uso del estadio de Riazor, que se disfruta gratis. Son tretas que vulneran de manera burda las normas de contabilidad, que impiden computar como ingresos los futuribles.

El presidente multiplicó por 49 la deuda que tenía el club antes de su llegada

Entre 1988 y el 2007, además de multiplicar la deuda por 49 (de 500 millones se ha llegado a 24.900), el presidente introdujo otras novedades. Tras haber alardeado de que no cobraba del club, cambió de idea cuando salió de la vida política y hubo de buscar otro medio de vida. Lendoiro pasó a cobrar el 1% del presupuesto del Deportivo, según un acuerdo asambleario que jamás ha sido inscrito en el Registro Mercantil, tal y como establece la ley. Este año superará los mil millones de pesetas a costa de las arcas del club y ha convertido al Deportivo en el medio de vida de tres de sus hijos. El consejo no facilita información de cuánto cobran los familiares de Lendoiro ni por qué labor. Tampoco hay noticias de en qué plazos se le paga al presidente, lo cual tendría su interés, dado que el consejo se ve envuelto en pleitos constantes por demoras en los pagos a jugadores y a otros clubes.

La asistencia al estadio ha caído en picado, y hoy la entrada media ronda los 10.000 espectadores para un aforo de 35.000 asientos. La ampliación de Riazor fue sufragada en su día a costa del erario municipal de todos los coruñeses para beneficio del club.

Lendoiro ha empañado también la imagen pública de la entidad. Los pleitos se suceden, los impagos abochornan a los aficionados y se han roto puentes con la mayoría de los estamentos sociales, políticos y deportivos del país. Los héroes deportivos del club se han ido uno tras otro por la puerta de atrás. Los ex jugadores, dolidos, mantienen una asociación al margen de la directiva.

Además, el presidente ha instaurado el insulto como única respuesta ante la crítica razonada. Ha creado un periódico que disfruta de una cesión municipal gratuita en los bajos de Riazor y que ha introducido en Galicia las formas más ruines de libelo.