Iago dicta sentencia en una tarde plácida en Riazor

José M. Fernández A CORUÑA

DEPORTES

Fue la figura y dio el segundo gol del Dépor frente al Santander

02 abr 2006 . Actualizado a las 07:00 h.

La semana más agitada de los últimos tiempos le sentó bien al Deportivo. En el día en que Riazor debía pronunciarse, el cuadro coruñés sumó su segunda victoria consecutiva en casa, algo que no se producía desde las visitas de Getafe y Real Madrid, allá por el mes de noviembre, y volvió a sumarse con fuerza al grupo de candidatos a una plaza para la UEFA. Un triunfo aseado, más cómodo de lo esperado, frente a un rival que facilitó las cosas cuando encajó el primer tanto, mediado el primer tiempo. Y todo bajo la batuta de Iago Iglesias, un canterano que no tembló en su debut como titular en Riazor y que, además, se estrenó como goleador. El Dépor es lo que es, sin engaños, ni trampa ni cartón. Un cóctel de voluntad, algunas dosis de calidad y ciertas gotas de juventud que tratan de abrirse camino bajó la batuta de un técnico que lo único que no perdona es que sus hombres bajen los brazos. Caparrós estalló tras la sonrojante derrota en el Santiago Bernabéu y, a tenor de sus mismas palabras, el mensaje empezó a calar. Así lo entendió la grada, que, aunque en una de las más flojas entradas de la campaña, no recibió de uñas a su equipo, pero también lo comprendieron sus jugadores. Experto en sacar petróleo de la nada, el cuadro coruñés sólo necesitó de un saque de esquina ejecutado con maestría por Iago y del remate de un defensa (Capdevila) para abrir la lata santanderina. Fue la mejor noticia de un aburrido primer tiempo, lo único rescatable de 45 minutos en los que Riazor se desesperó con la enésima pelea de Tristán con el balompié, con su egoísmo estéril y su facilidad para estropear casi todo lo que toca. La grada no perdonó ni una -y fueron muchas- de las pifias del delantero andaluz y obsequió con música de viento su nula agilidad para escapar del fuera de juego, para perder una carrera con el veteranísimo Alfaro o su escasa generosidad con Iago en la mejor ocasión local. La cara, para Iago y Capdevila. El lateral tapó atrás, se multiplicó por la banda y puso balones que, eso sí, nadie acertaba a rematar. Y marcó. Colaboró el Santander a que la segunda parte fuera aún más tranquila. Preciado amagó con un par de cambios ofensivos, pero fue desaparecer de escena Diego Tristán (se llevó la enésima y mayor pitada de la tarde) y sentenciar el Deportivo. Una jugada de tiralíneas, algo que Riazor ya ni recordaba. Apertura de Sergio, centro de Manuel Pablo y gol de Iago. En su estreno como titular en A Coruña, el canterano, sin un Tristán que lo estorbara y con Xisco acompañándolo en un oportuno desmarque, puso la guinda a una brillante actuación. Fue el pronunciamiento más claro de la grada, en apenas dos minutos: pitada monumental para el pasado y bienvenida al futuro. A partir de ahí, todo fue coser y cantar. Las puntadas para un Iago que fue despedido con la ovación de la tarde y un Víctor inmenso en la producción ofensiva; los cánticos, como en la primera parte, para Caparrós y, en un par de ocasiones, para exigir al presidente del club que también se apriete el cinturón. Son los nuevos tiempos.