Repaso de Nacional a Peñarol en el primer clásico en Europa

Alfonso Andrade Lago
Alfonso Andrade A CORUÑA

DEPORTES

Xosé Castro

Unas 2.500 personas vieron el duelo charrúa del Teresa Herrera

14 ago 2005 . Actualizado a las 07:00 h.

No es una derrota cualquiera, sino un estigma sin solución. Una pequeña humillación. La hinchada de Nacional recordará de por vida a la de Peñarol la chosca que le endosó en el primer clásico fuera de América. Cesaro, un mediocentro de Peñarol con la corpulencia de Mauro Silva, marcó el estilo del partido al primer minuto con una patada XXL sobre Vanzini. Así se escribió la seña de identidad del clásico por si a Puentes Leira le quedaba alguna duda. Peñarol, más fresco en teoría que el campeón de la Liga uruguaya, parecía dispuesto a llevar el ritmo. Ocasiones para Tejera y Cedres, y paradón del meta Bava, a años luz de Burián, que defendió la portería ante el Deportivo, aunque bastante cantante también. Pero una buena incursión de Álvez con pase retrasado al área lo aprovechó con su agregación el central Jaume para desequilibrar el partido. Albín, de un excelente tiro libre que sorprendió a Flores, logró el segundo y puso el duelo cuesta arriba para «el manya» en sólo 17 minutos. Ni rastro del teórico amistoso. Agilidad en la transición al ataque, velocidad individual y colectiva y un ritmo trepidante; muy lejos del estilo parsimonioso de tantos y tantos partidos sudamericanos. El clásico uruguayo fue de alto voltaje, intenso y tenso por momentos. La velocidad del juego y las aperturas a las bandas abrieron ambas defensas y se sucedieron las ocasiones de gol. Cuando llegaron los tantos, se celebraron en grupo, junto al banquillo, con carreras y abrazos dignos de un duelo de la Libertadores. Incluso en el palco de prensa. A la media hora pesaba sobre los hombros de Peñarol la responsabilidad de perder el primer clásico uruguayo fuera de América. Entonces surcaron el aire codazos poco disimulados y varios hachazos tipo Arteche. Entre ellos, el del penalti de Pierre a Morales. Escandaloso. El tercer gol llegaba de la mano de Álvez en el chut posterior. Todo lo que gana por aguerrido y voluntarioso el fútbol uruguayo lo pierde por unos conceptos tácticos muy alejados de lo que se estila en Europa, aunque se nota la mano de Martín Lasarte en el Nacional. Los sistemas defensivos no están demasiado trabajados, pero, a cambio, los espacios que se generan favorecen las acciones ofensivas y consienten mayores licencias individuales a los atancantes. La velocidad de los clásicos punteros americanos salió a relucir con facilidad y fue una delicia ver encarar a hombres como Gugliemone y, sobre todo, Álvez, posiblemente el más destacado del envite. El partido se escapaba y Peñarol no encontraba fútbol con el que abrir a Nacional, acomodado en las contras. Así que, más hachazos. Salvajes las entradas de Moller. A pesar de los cambios introducidos, Peñarol no pudo con «el bolso» ni con los favores del portero Bava y su defensa, harto generosos en el segundo tiempo. Si el nivel de los metas internacionales uruguayos es ése, el deportivista Munúa debe ser titular indiscutible en su selección. Sólo un milagro permitió a Russo conseguir al final el merecido gol del honor.