TRANQUILIZA comprobar el alto grado de aceptación que Joaquín Caparrós encuentra en la afición coruñesa, conocedora desde hace algunos días que el de Utrera sería el sustituto de Javier Irureta, hombre que al igual que le sucedió a Arsenio dejaron profunda huella de su paso por el banquillo del Deportivo. Llega Joaquín Caparrós mostrándose con un gesto rebosante por la alegría. «¿No se me nota en la cara?», respondió sonriendo a los periodistas que le esperaban en Alvedro, cuando le preguntaron si venía contento a la ciudad coruñesa. Llega el ex-sevillista después de cinco años, que merecen buena calificación, al frente del Sevilla y con una aureola que, en mi opinión, no le favorece alimentar: «Caparrós saca muchos jugadores de la cantera para el primer equipo», dicen y repiten algunos medios con excesiva insistencia, haciéndole creer al ingenuo seguidor que este entrenador sacará futbolistas de la cantera coruñesa para cubrir huecos en el Deportivo, igual que hacen los magos sacando conejos de la chistera. No lo esperen, al menos yo lo creeré cuando lo vea, porque eso sucede cuando menos se espera y nunca anunciándolo previamente.