Mourinho y 650 millones compran el éxito del Chelsea

P. Gómez / M. Ferreiro REDACCIÓN

DEPORTES

El portugués tiene a su alcance el tercer triplete consecutivo

01 may 2005 . Actualizado a las 07:00 h.

Sólo veintiún meses, y 650 millones de euros, después Roman Abramovich pudo ver cumplido su capricho. El multimillonario ruso ya puede presumir de su primera Liga inglesa. Su Chelsea (lo es desde julio del año 2003) ya no se reduce a un pozo de inversión. También es un equipo de fútbol. Aunque acerca de ello tiene mucho que decir el portugués José Mourinho, que va camino de su tercer triplete en el último trienio. El tándem luso-ruso logró en menos de dos años los mismo que sus predecesores en el medio siglo anterior, pero tuvo que luchar como el que defiende un amor prohibido. Futbolísticamente, Abramovich encajó en su debut el fiasco personalizado en Ranieri (a las puertas de todo), que enmendó fichando al técnico odiado por muchos y campeón de Europa. Y junto a Mourinho, por siete millones de euros más tres por despedir a Ranieri, todo su concepto de fútbol como pura competición. El equipo como máquina perfectamente engrasada. Algunos critican el sacrificio del espectáculo en beneficio de esta filosofía, pero Mourinho refuta con resultados. No es suficiente y las críticas a la personalidad del entrenador se trasladan al juego desplegado por su equipo. El portugués ha creado un bloque sin fisuras (trece goles en contra), fiable (una derrota en Liga y cinco en toda la temporada), de gran fortaleza mental y sin lugar para ególatras como Mutu, expulsado del vestuario tras un positivo por cocaína. Un conjunto que administra sus esfuerzos ofensivos (Robben tras superar un cáncer de testículo, Drogba y Kezman desmentirán al que acuse a este Chelsea de cobarde) y derrocha energías defendiendo marcadores favorables. Terry, Lampard (el mejor jugador del año), Carvalho... son protagonistas. El resultado: los blues se llevaron la primera Liga en diez años que no va a parar a las vitrinas del Manchester United (6) o el Arsenal (3). Y todo con un solo traspaso en dos años, el de Gronkjaer (ahora en el Atlético de Madrid). El sentimiento meramente balompédico que despierta el Chelsea de Mourinho se balancea entre la envidia por el éxito ajeno y la crítica que la exterioriza. El fútbol se ha echado a la calle en contra del club londinense. A su entrenador se le ha elevado la acidez un par de puntos, en la misma proporción en la que se le ha consolidado la sonrisa a su dueño. Porque el fenómeno Chelsea tiene una explicación: Roman Arkadievich Abramovich, de treinta y ocho años de edad. El oligarca ruso representa la oposición más firme a Florentino Pérez desde el improcedente despido de Vicente Del Bosque. Y torpedea el blanco proyecto atacando directamente a la línea de flotación, la galaxia del gol. Beckham, Ronaldo y Joaquín pudieron seguir los pasos de Makelele. Sin embargo, Mourinho es el perfecto contrapunto de este gobernador y empresario ruso que amasó una tan incalculable como sospechosa fortuna. El luso se negó a fichajes de renombre y prefirió jóvenes futbolistas sin escrúpulos y con hambre de victoria. En sus inicios, Abramovich despertó las mismas antipatías que su ahora entrenador. Y todo por comprar el club por 200 millones, e invertir después hasta llegar a los 650. También en los despachos, el ruso ha sabido rodearse. Su director ejecutivo, Peter Kenyon, hizo grande al Manchester United. Desde entonces ha soportado, todavía lo hace, continuas investigaciones y acusaciones de blanqueo de dinero. Tampoco ayuda su participación en el fondo MSI, dueño del Corinthians brasileño.