El hombre se enfrenta a su inevitable límite deportivo

La Voz

DEPORTES

En algo más de un siglo, algunos récords apenas ?sí han avanzado un diez por ciento, evidenciando las limitaciones de la raza humana

13 feb 2005 . Actualizado a las 06:00 h.

Uno de los grandes mitos del deporte, Jesse Owens, situó el record mundial de salto de longitud con 8,13 metros, en 1935. Después de 70 años este registro se encuentra todavía entre las 250 mejores marcas de todos los tiempos, realizadas por atletas distintos. Sin embargo, el astro checo Emil Zatopek, consiguió en la década de los 50 varias plusmarcas universales de 5000 m. (13.57.6) y 10000 m. (28.54-2), pero apenas medio siglo más tarde, ya han sido superadas por cerca de dos mil fondistas. En contraste, algunos récords femeninos de los años 80, como en 100 m. (10.49) y 200 m. (21.34) de Florence Griffith-Joyner; en 400 m. (47.60) por Marita Koch o en 800 m. (1.52.28) a cargo de Jarmila Kratochvilova, siguen anclados en el tiempo, sin que sea previsible superarlos a corto plazo. El rendimiento deportivo humano viaja a velocidades distintas, armonizando ritmos vertiginosos con detenciones sorprendentes. Desde la segunda mitad del siglo XX hasta ahora, las diversas investigaciones científicas y avances tecnológicos, han propiciado, junto a las mejoras de los programas y metodología del entrenamiento, un sensible crecimiento del deporte. Son muchos los factores que condicionan sus resultados. Cada individuo recibe un legado genético que limita su capacidad física. Pero también la influencia ambiental que recibe el sujeto en su juventud repercutirá en sus posibilidades de futuro. Por eso, un niño brasileño de las favelas que enriquece de manera cotidiana su coordinación a través de juegos libres con un balón, tendrá más probabilidades de ser una estrella mundial del fútbol que otro con hábitos más sedentarios, salvando las posibles influencias genéticas y carencias nutricionales. Un gran científico de la medicina deportiva, el doctor Astrand, expresó que «cualquier interesado en ganar una medalla olímpica deberá seleccionar cuidadosamente a sus padres». Una línea de estudio actual es la denominada ergogenia, que delimita la capacidad humana para generar energía y producir rendimiento físico. Bajo este prisma el esfuerzo mecánico puede cuantificarse en kilocalorías o kilojulios, como sucede en una máquina. La alimentación, el entrenamiento y las ayudas ergogénicas intentan aumentar estas reservas (capacidad), así como utilizarlas de manera más rápida (potencia). Pero el estudio de muchas especies de animales, incluida la humana, ha demostrado que existe una limitación universal del gasto metabólico en un esfuerzo máximo. Raramente se supera 7 veces el metabolismo basal o de reposo. Esto supone en el hombre un límite energético diario en torno a 10000 Kcalorías. Cada especie tiene unos márgenes de rendimiento físico. El desarrollo de la masa muscular; las posibilidades del sistema cardiovascular y pulmonar para transportar oxígeno a las fibras musculares; la capacidad de las mitocondrias para transformar la energía de los sustratos, o la resistencia de los ligamentos, tendones, huesos¿, entre otras variables, tienen sus propios límites funcionales. El entrenamiento deportivo los puede optimizar, pero sólo dentro de un arco delimitado. El dopaje es responsable de que algunos récords se adelanten en varias décadas a las posibilidades humanas. Sospechosamente, ninguna de las 35 mejores marcas mundiales actuales en lanzamiento de peso femenino se realizó después de 1990. Los gobiernos de algunos países han practicado el dopaje e instrumentalizado las medallas o los títulos. Su prohibición es reciente pero su uso no. En la era precolombina, los incas ya masticaban hojas de coca para realizar sus luchas. En la Antigua Grecia los atletas ingerían extractos de planta o testículos de animales para aumentar sus niveles de testosterona. También los gladiadores romanos bebían pociones para mejorar su fuerza muscular. En la actualidad, el dopaje ha alcanzado niveles de alta sofisticación. Sin embargo, las posibilidades que ofrece la manipulación genética suponen un peligro potencial de una enorme dimensión, en comparación con los métodos clásicos de dopaje. Su uso en la esfera del rendimiento deportivo puede revolucionar la concepción y espíritu de los principios que rigen su práctica. La creación de individuos, caracterizados con los rasgos favorables para destacar en una determinada especialidad deportiva sería posible. El análisis de las mejoras porcentuales de los récords mundiales de atletismo, desde 1900 hasta la actualidad indica que es el sector de lanzamientos el que ha conseguido avances más significativos, justificado por el grado de complejidad técnica y el diseño de artefactos más aerodinámicos, en el caso del disco y jabalina, o de los nuevos materiales en la fabricación de las pértigas. En el extremo opuesto, las pruebas de velocidad han experimentado adelantos inferiores al 10% en más de 100 años, a pesar del cambio de escenario, ceniza por sintético, y de las mejoras biomecánicas de las zapatillas de competición. Los límites en el deporte pueden adoptar expresiones diversas, por lo que se generan muchas posibilidades. En las disciplinas con una mayor creatividad, como gimnasia rítmica, fútbol, patinaje artístico o natación sincronizada, sus fronteras no están definidas y los márgenes son tan amplios como el propio ingenio humano. También cuando el rendimiento depende de instrumentos o máquinas, susceptibles de mejoras, como el ciclismo. Pero aquellas que exigen una alta demanda de esfuerzo físico, perfectamente cuantificables, como una carrera de 100 metros o un ejercicio de halterofilia, afrontadas en condiciones de total legalidad, las opciones a nivel de topes mundiales se reducen muchísimo. La especie humana tiene sus propios límites.