El dopaje socava la fama del atletismo americano

J. A. Diego NUEVA YORK

DEPORTES

27 oct 2003 . Actualizado a las 06:00 h.

Kelli White, Kevin Toth, Regina Jacobs, John McEwen, Calvin Harrison, Jerome Joung, Marion Jones, Charlie Francis... el goteo incesante de positivos, sospechas, denuncias anónimas y escándalos pasados, latentes y futuros han socavado el prestigio de la primera potencia mundial de atletismo. Estados Unidos, que a lo largo de la historia olímpica ha conquistado 2.089 medallas, entre ellas 320 de oro, y en Mundiales lleva 131 metales (64 de oro), se ha situado en el centro de una controversia que no respeta ya ni a las vacas sagradas del estadio, como Carl Lewis. El cuatrocentista Calvin Harrison es el último nombre incorporado a la lista de atletas relacionados de alguna forma con prácticas de dopaje, aún cuando en su caso haya sido víctima indirecta de la campaña desatada para detectar consumidores de tetrahidrogestrinona (THG), el esteroide de moda. La orina de Harrison, campeón olímpico y mundial de relevos 4x400, no contenía THG, pero sí modafinil, el estimulante que le costó a Kelli White las medallas de oro que había ganado en los Mundiales de París como campeona de 100 y 200 metros. Los casos punibles de dopaje se engarzan, en confusa mezcolanza, con sospechas y extrañas conexiones que apuntan a otras prácticas encaminadas a mejorar el rendimiento deportivo por métodos artificiales y prohibidos. Harrison ha trabajado, igual que Kelli White, con el entrenador Remi Korchemny. Marion Jones y Tim Montgomery, dos de los llamados a declarar sobre el consumo de THG, se encomendaron a Charlie Francis, ex preparador de Ben Johnson. Según Calvin Harrison, un entrenador californiano le dio ciertas píldoras con la advertencia de que no eran esteroides, pero que permitirían al atleta reducir la fatiga de modo casi milagroso. Regina Jacobs, de 40 años, campeona mundial de 1.500 está bajo sospecha de consumir THG.