Milos Milutinovic, uno de los mejores futbolistas en toda la historia del fútbol yugoslavo, murió ayer en Belgrado, siete días antes de cumplir 70 años. Su gran talento fue descubierto en el primer Europeo júnior en Cannes (Francia) donde lideró a Yugoslavia, primer campeón europeo en esta categoría, y tres años más tarde, ya como jugador del Partizán, participó en el Mundial de Suiza y repitió, junto con su hermano menor Milorad, en Suecia 1958. Por su talento y su virtuosismo se ganó el apodo de «saeta rubia», como Alfredo Di Stefano, contra quien se enfrentó en los choques entre Real Madrid y Partizán en la primera edición de la Copa de Europa. Con la selección yugoslava jugó 33 partidos y marcó 20 goles, aunque una tuberculosis, descubierta en 1959, frenó su carrera. Tras ser operado en Múnich volvió a jugar, primero en el Bayern y después en el Racing de París, hasta terminar su carrera, con 36 años, en el OFK Belgrado, en el que jugaba la otra leyenda yugoslava, Dragoslav Sekularac.