María Solá (Jordana B): «Cada canción nuestra es un laberinto: si avanzas, descubres capas de ironía, crítica o tristeza»

CULTURA

El grupo madrileño presenta su segundo disco «Otra vez el mismo drama» en Galicia. Esta noche actúa en Santiago
04 abr 2025 . Actualizado a las 13:57 h.Canciones tremendamente pop, estribillos vitalistas y ambiente de fiesta. Sí, pero también canalización de los sueños y frustraciones de una generación obligada a trabajar en lo que no le gusta y lidiar, en muchos casos, con los escalones de las clases sociales. Eso es parte de lo que encierra Otra vez el mismo drama, el segundo trabajo de Jordana B que se presenta esta noche en Santiago (Sonar, 21.00 horas, desde 8 euros).
—El planteamiento de «Otra vez el mismo drama» resulta bastante sorprendente: un programa de radio que deriva en una suerte de musical o radionovela. ¿Cómo surgió?
—El disco arranca con una locutora que está en una radio de la Manga del Mar Menor de Murcia. Desde ahí pincha los grandes éxitos de una banda que se llama Jordana B. No sabemos bien cuál es. Si la banda sigue viva, si no, si es un homenaje. Utilizamos mucho el spoken word. Yo he recitado poesía anteriormente y entonces es un poco marca de la casa. Incluso hay una referencia a nosotras mismas. A veces a lo mejor digo:«¿No serás tú María, de Jordana B?». Creíamos que le podía dar un hilo conductor muy bonito que yo fuera la narradora, esa locutora de radio que, por momentos, es como un ser omnisciente que lo está viendo todo como por fuera. Y que las canciones fueran como pequeñas historias dentro de ese programa especial de Jordana B.
—Habla de que se cita a sí misma. Eso ocurre en la versión que han hecho del «Common People» de Pulp. Le dan una vuelta de tuerca, la retitulan como «Gente corriente» y la sitúan en una universidad privada de Madrid con un enfoque LGTBI+. ¿De dónde viene esa historia?
—Es una historia de amor entre dos mujeres. Surgió porque yo trabajaba en una tienda de ropa de segunda mano. En la playlist que poníamos sonaba todos los días esta canción de Pulp. Me encantaba, sobre todo la parte hablada, esa cosa de «y ella me dijo y entonces yo la llevé». Es una canción crítica también con los estratos sociales y cómo muchas veces a las personas más pudientes o que tienen más dinero les parece divertida la otra cara. A lo mejor, a una persona que estudia escultura en la mejor universidad del mundo y que tiene toda su vida arreglada le puede hacer gracia una persona que toca en la calle y que no tiene ni un duro. Le parece que es súper guay hacer lo que hace la gente normal. Entonces, adapté toda la letra a este siglo.
—¿Es historia real?
—Sí, fui yo quien salí con una chica de Icade que tenía mucho más poder adquisitivo que yo. Sentía mucho esta cosa por parte de ella: «Ay, qué graciosos son tus amigos, ay qué graciosas las cosas que haces». Todo le parecía muy gracioso y muy guay. Tiré de eso. De como las personas más distantes en un momento se atraen y acaban juntas.
—En «Paris Hilton» también refleja las frustraciones de una clase trabajadora que quiere escapar de unos trabajos que odian.
—Claro, es un tema que puede parecer frívolo, pero no lo es. Está dedicada a un fan nuestro que decía que se quería dedicar a otra cosa, a las artes, y se veía obligado a trabajar de forma precaria o en lugares que no le gustaban. Trabajaba en un supermercado. Todos los días salía agotado y desmotivado. Nos dijo que se ponía nuestras canciones y eso le hacía soñar y aspirar a más. La verdad es que muchas estamos obligadas a estar en lugares y hacer cosas que no nos gustan, soñando que algún día podremos llegar a hacer las otras que nos gustaría. Es un poco triste. Todo el tiempo esperando a que se acabe la semana, a que se acabe el año, a dejar de estar en ese lugar.
—Esta canción retrotrae en su arranque inicial a las canciones de Alaska y Dinarama de los 80. También hay reminiscencias del llamado tonti-pop de los 90. ¿Son referencias asumidas?
—Sí, tenemos un cajón de referencias enorme porque cada miembro de la banda tira de una cosa. Estas referencias que citas las trajo Guille Mostaza, que es el productor que ha hecho la mitad del disco. Se ha criado en eso y, además, lleva trabajando con Subterfuge toda la vida. Como todo se queda en casa, se recicla un poco.
—Sus letras invitan a meterse en pequeñas historias. Dijo una vez que son como un escape room en un museo.
—Para mí es un halago que digan eso de que hacemos a la gente sentirse parte del proceso y la historia de cada trama. Yo pienso que es como si el público estuviera en un museo y pudiera quedarse como horas mirando el cuadro descifrando a ver qué es lo que te cuenta cada movida. Y lo del escape room es también un poco por esta cosa de que cada canción es una pequeña historia que, de alguna manera, tiene las capas que tú quieras que tenga. O sea, puede tener una primera capa más simple. Luego, si avanzas un poco, vas a descubrir otra capa más de ironía, de crítica social, quizás de tristeza. O sea, temas más duros. Eso es según lo que cada persona del público quiera ir descifrando y quiera ir obteniendo. Nos rayamos mucho con las cosas y les damos muchísimas vueltas, sea la precariedad, los choques de las clases sociales, el tema del LGBT, el feminismo,.... Lo del Escape Room en un museo quizás fue una fumada que yo dije un día o algo así. Pero yo creo que está guay la descripción y que se puede explicar y, por lo menos, lo puedo argumentar.
—Ha mencionado unas temáticas que tienen mucho que ver con ser joven en el 2025. ¿Podría ser este disco un retrato generacional?
—Sí, claro. O sea, yo creo que todas las artes en general y la música sobre todo, al igual que el cine, siempre son un reflejo de lo que se está viviendo. Se necesita un altavoz para hablar y yo creo que las artes son ese altavoz. Hemos tenido la suerte también de que se nos haya dado ese voto de confianza. Creo que es muy importante hablar, criticar y exponer un poco las cosas que suceden.