Rafa Val, de Viva Suecia: «Nos quitamos el miedo y empezamos a hacer solo lo que nos pedía el alma»

CULTURA

El grupo murciano ocupa la cabeza de cartel del festival Jaleo! que tendrá lugar el 5 de abril en Santiago
13 mar 2025 . Actualizado a las 11:07 h.Fue en el 2017 cuando Viva Suecia ejercían de cabezas de cartel del festival Vive Nigrán. Entonces eran una pequeña banda indie. Pero Juan Rivas, el impulsor de aquel evento, intuyó que iban a ser grandes gracias a un pop de estribillos épicos y coreables. Acertó de lleno. El grupo hoy es uno de esos nombres por los que pujan los eventos para darles un lugar preferencial por su capacidad de convocatoria. El próximo 5 de abril lideran el cartel del festival Jaleo! que tendrá lugar en el Multiusos do Sar Santiago. Estarán también Zahara, Sexy Zebras, Carlos Ares y Dani Dicostas.
—¿Qué ocurre cuando uno se encuentra a miles de personas cantando «Hoy tiemblo al oír la canción que me hacía feliz»?
—Es algo tremendo. Y por suerte uno no se termina de acostumbrar a eso. Eso es igual de bonito cada vez que pasa. La gente empatiza y, al final, se crea un sentimiento de comunión donde todo el mundo comparte algo de su vida a la vez. Es una de las partes mágicas de nuestro oficio.
—¿Hay algo comunal, de conectar todos con una misma emoción?
—Sí. Es que para nosotros no tendrían sentido de otra manera. Los conciertos no los damos nosotros y nos escucha la gente. No, el concierto lo damos todos.
—Su último disco, «El Amor de la clase que sea», marcó un pico de popularidad para ustedes. ¿Encontraron ahí el punto exacto entre sus bases musicales y un sonido para todos los públicos?
—Cuando lo escribimos y lo grabamos sí que tuvimos la sensación de que iba a ser un disco único y especial. Aprendimos algo muy básico: que los prejuicios lo único que hacen es empobrecer tu música. Si escuchamos a Jamiroquai, Harry Styles, Elliott Smith y Bruce Springsteen, ¿por qué no va a aparecer luego eso en nuestro disco? ¿Por qué lo vamos a excluir de nuestras canciones? Nos quitamos el miedo y muchos prejuicios sobre a qué deberíamos sonar y lo qué deberíamos ser. Empezamos a hacer lo que nos pedía el alma. Era un riesgo, porque eso podía suponer una ruptura positiva o que a nadie le interesase. Estábamos muy y contentos con el disco que teníamos, pero sabíamos que podía destrozar nuestra carrera. Ahora, con el disco que estamos grabando, estamos llevando esa idea al extremo.
—Cuando salió «El bien», uno de sus grandes «hits», chocó mucho ese saxo a lo Springsteen. No era lo esperable en un grupo como ustedes. ¿Habla de eso?
—Es un buen ejemplo de lo que digo. Y va a más. En nuestro disco hay muchos más vientos, un coro góspel, un acordeón, muchas cosas nuevas. Lo queremos incluir todo para la gira.
—¿Usa las canciones de amor para hablar de otro tipo de cosas?
—Por defecto, uno escucha una canción y automáticamente va con el chip de que habla de amor o desamor. Lo entiendo perfectamente Pero muchas veces ocurre que en ningún momento nos planteamos nada de eso. La mitad del disco no habla ni de amor ni de desamor, sino de situaciones muy concretas. Mi vida personal no es tan interesante como para gustarle a mucha gente. Eso seguro que no lo van a entender y no van a conectar.
—¿Canciones suyas como «No aprendemos nada» usan la idea de una pareja romántica con una dimensión social?
—Claro. Esa canción no tiene absolutamente nada de amor, aunque diga en ella «te quiero». Tenemos una oportunidad como sociedad de hermanarnos, de considerarnos iguales y admitir que tenemos los mismos miedos y las mismas preocupaciones. Y lo que ocurre es lo contrario: le pisamos el pie al vecino a la mínima de cambio. Va por ahí, pero si alguien lo entiende como una canción de amor me parece muy bien. Yo no le voy a decir a nadie lo que tiene que sentir.
—Hay personas que sienten que «La voz del presidente» es uno de esos temas que musican a una generación. ¿Se ven así?
—Ojalá. Para mí sería el mayor de los halagos, pero es algo que yo no puedo decir. Y creo que nadie lo puede decir ahora mismo, Se podrá decir dentro de 15 o 20 años, cuando alguien eche la vista atrás. Pero desde luego no soy el indicado para ello [risas].
«Cuando vayamos a tocar a Suecia, tiene que ser algo especial, no solo tocar y punto»
Hay un lugar común en las últimas entrevistas de Viva Suecia,. Trata sobre su ubicación en la industria —un grupo con origen en el rock independiente pero que ya llena grandes recintos— y las críticas recibidas por ello, frente al respaldo de su público.
—¿Agota esa visión de la música?
—Creo que los profesionales del sector, y hablo aquí de músicos, técnicos, periodistas y promotores, están más preocupados por eso que el público. De unos años a esta parte, ha habido una pérdida absoluta del miedo a decir me gusta esto o me gusta lo otro frente a un grupo de personas. Eso es muy positivo. Antes sí que estaba eso un poco más sectorizado, pero de un tiempo a esta parte, el público, y yo me considero público, hemos abierto las orejas mucho. No tenemos problema en decir que nos gusta Cigarettes After Sex y también el disco de Harry Styles. El público no diferencia si está en una multinacional o en un sello independiente. Esto creo que solo lo hablamos los del sector, que somos muchísimos menos que los que no están en él. Por eso a mí ahora ni siquiera me parece un problema.
—Llamándose como se llaman, tocar en Suecia será un objetivo.
—Hace unos años nos llamaron de la embajada sueca e intercambiamos unas palabras y nos regalaron un pin a cada uno con la bandera sueca y española hermanadas. Algún día tenemos que tocar allí. Lo hablamos mucho. Hace dos años estuvimos en Islandia y grabamos un documental que saldrá el año que viene. Y Suecia está ahí, pero no queremos ir de cualquier manera solo por el hecho de tocar allí y punto. Cuando vayamos tiene que ser algo especial.