Christian Gálvez, presentador y escritor: «Nadie tiene el listado de ingredientes de la receta perfecta ni en la tele ni en la literatura»

Montse García Iglesias
montse garcía SANTIAGO / LA VOZ

CULTURA

Christian Gálvez, en Santiago, donde presentará su nueva novela el día 15.
Christian Gálvez, en Santiago, donde presentará su nueva novela el día 15. PACO RODRÍGUEZ

Publica su cuarta novela, en la que pone el foco en Jerusalén y la figura de Jesús

11 nov 2024 . Actualizado a las 11:19 h.

Christian Gálvez (Madrid, 1980) no solo se cuela en los hogares a través de la pantalla, sino también de la literatura. Acaba de llegar a las librerías su cuarta novela, Te he llamado por tu nombre (Suma), donde pone el foco en el siglo I en Jerusalén y, con ello, en la figura de Jesús de Nazaret, «y cómo influye en las personas». Para la historia echa mano del personaje de Jacob, con cuyo nombre hace un guiño a Santiago.

—Rompe cuatro años de silencio y lo hace con una novela que calificó de «arriesgada» cuando hace unos meses anunció su salida. ¿Fue por eso la tardanza?

—El último libro que publiqué salió una semana antes de que cerraran el mundo entero. Entonces no nos imaginábamos lo que iba a pasar. Mi último libro, lo escribí en 2019 y se publicó en marzo del 20. Una semana después se acabó el mundo tal y como lo conocíamos, lo que pasa que ahora no sé si está mejor o peor. No ha tenido nada que ver lo complicado que fuera. Tiene que ver más con que yo he vivido un proceso en el que necesitaba encontrarme a mí mismo. Yo como persona, no como autor. En el momento en el que me encontré como persona, pues hubo muchos cambios en mi vida y, afortunadamente, pues mira, me volví a enamorar y gracias a mi pareja recuperé la fe en muchas cosas, entre ellas, la literatura, y volver a escribir alguna historia que me apasionara. Fue gracias a un viaje a Jerusalén. Entonces, no tiene que ver tanto con la complejidad, digamos, de lo que escribo. Cuando lo calificaba de arriesgado me refería a que escribo de Jesús de Nazaret, sobre cómo influye en las personas, desde el punto de vista novelesco, pero también desde el punto de vista religioso e histórico.

—¿Qué le llevó a elegir una figura tan conocida?

—Cuando era joven me enamoré de la saga de libros de Caballo de Troya, de J. J. Benítez, y es un personaje que me cautivó desde muy pequeño. Es verdad que durante un período de mi vida viví procesos de crisis de fe y luego la volví a recuperar junto a la que hoy en día es mi mujer [Patricia Pardo, presentadora de televisión]. En un viaje a Jerusalén me cambió absolutamente todo. Allí me enamoré de la historia, de la ciudad..., y me dije: «¿Por qué no escribir sobre Jesús?». Tengo cierta experiencia en cuanto a premios y cicatrices con respecto a otros personajes históricos, como Leonardo da Vinci, ya que hay veces que me han aplaudido por escribir sobre él y otras veces todo lo contrario. Entonces, ya voy con la lección aprendida. He escrito lo que quería escribir. Creo que al mundo creyente le va a gustar mucho, pero no es una historia que excluya a la gente que no sea religiosa. De hecho, mis lectores beta han sido personas ateas.

—¿Fue muy complicada la documentación?

—Lo más complicado de todo, aunque parezca mentira, es la documentación de la Jerusalén del siglo I. Tenemos mapas, tenemos descripciones..., pero es difícil imaginarse una ciudad que hoy no puedes ver. Es decir, yo he escrito un par de novelas sobre el Renacimiento, Leonardo, Miguel Ángel, Florencia. Y la Florencia de los Medicci, hoy en día, en mayor o menor medida, la puedes ver, la puedes recrear, la puedes saborear. El tema de Jerusalén es muy complicado, sobre todo porque cuando una de las líneas argumentales de esta novela sucede en el año 30, en el cual las legiones de Tito destruyen Jerusalén, entonces lo que queda en pie son cuatro cosas y lo que hoy conocemos como el muro de las lamentaciones.

—En la novela le da mucha importancia a la presencia de las mujeres.

—Más allá de María Magdalena, que es un personaje que está, por decirlo de una manera, muy trillado, le doy voz a las otras mujeres más secundarias. El Evangelio de Lucas, que es el de la misericordia, es el que posiblemente presenta a un Jesús más humano, y le da mucha importancia a las mujeres. Entonces, no se trata de aprovechar ningún tipo de movimiento feminista, es la realidad que aparece, insisto, en la versión de Lucas de todos esos hechos. Y que a mí me gusta porque, al final, lógicamente, la historia no es para frasear el Evangelio de nadie, sino que yo genero una historia de ficción dentro de un contexto histórico a la par que religioso. Y en este caso, la relación que tiene mi protagonista con su madre es la base fundamental de toda la historia.

—¿Por qué crear un personaje como Jacob?

—Jacob se llama Jacob, lógicamente, por el vínculo que tengo con Santiago. ¿Por qué crearlo? Bueno, porque es la representación en personaje de todas aquellas personas que en algún momento de su vida han dudado en cuanto a su propósito. Al final, no deja de ser un niño que conoce a Jesús de Nazaret y que le ha visto obrar y que se ha enamorado de su mensaje, pero es el hijo del líder de los zelotes, es decir, aquellos que pretenden la liberación de Israel bajo el yugo romano a través de la espada. Entonces, tiene que elegir, nunca mejor dicho, entre la espada y la cruz. Es una disyuntiva que se nos presenta a menudo. Sustituye a la espada y la cruz por cualquier otra cosa, sustituye la fe religiosa por fe en el trabajo, en la amistad, en el amor, por cualquier otra cosa. Y al final no deja de ser la humanización de esas dudas y de la toma de decisiones, y de que, al final, lo que importa en esta vida es tener un propósito.

—En el libro recoge: «En toda historia se entrelazan relatos de perdón y redención que han resonado a lo largo de los siglos, mostrando la poderosa fuerza transformadora que se encuentra en el entendimiento mutuo». ¿Es un mensaje dirigido a la sociedad actual tan polarizada?

—Es que cometemos los mismos errores, pero de hace 5, 10, 20, 100, 1.000 y 2.000 años. Sí, claro, el entendimiento, la comunicación, es lo que nos diferencia de los animales. El problema es que se mezclan muchas cosas, como se mezclaban hace 2.000 años: intereses geopolíticos, territoriales, poder, quién manda, quién no, pero quién manda en un sanedrín, quién manda en el politeísmo, quién manda en el monoteísmo.... Al final, lo que pasa es que creo que el amor puede con cualquier cosa. Y el amor no reside solo en estar enamorado de alguien, sino en el amor al prójimo, a tus hermanos, a las personas. Fíjate la oleada de amor ahora mismo que estamos viviendo con el tema de la Comunidad Valenciana.

—Afirma que dio a leer la novela a no creyentes. ¿Qué mensaje quiere que cale en el lector?

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—Primero que la disfruten porque es tanto para creyentes como no creyentes. Es como si alguien me dijese que no quiere ver el filme Ben-Hur porque no es creyente. Puedes disfrutarlo si te gusta la parte bélica, el imperio romano, la Roma del siglo I, si te gusta esa temática desde el punto de vista de la no creencia, del no cristiano, del ateo, del agnóstico... Al final, es una historia de personas, de perdones, de redenciones, de esperanza, de fe y de búsqueda del propósito.

—Leonardo da Vinci, Miguel Ángel, una historia nazi... ¿Qué le cautiva de la novela histórica?

—La verdad es que empecé escribiendo novela histórica porque estaba enamorado de Leonardo da Vinci. De momento no he probado otra cosa. Escribo novela histórica porque me apasiona y porque el proceso de documentación me permite aprender muchísimas cosas que no sabía y soy una persona excesivamente curiosa. Además, creo que siempre podemos extraer una moraleja de la historia, de ver cómo se repiten los errores. No se trata de hacer una justicia excesiva con los personajes, pero sí mostrar otra cara. A mí me gustó en su momento mostrar otra cara de Leonardo y creo que en esta novela muestro otra cara, que no es ni mejor ni peor, de Jesús de Nazaret; y al fin y al cabo es la mía, sin más.

—¿Cómo se compagina la faceta de escritor y la de presentador? ¿Qué surgió antes?

—Primero, fui presentador, pero jamás pensé en ser presentador y jamás pensé en ser escritor [ríe], me venía demasiado grande. Después, se complementan una faceta con la otra, lo que aprendo en un lado lo utilizo en el otro y viceversa. Tienen algo en común las dos, que dependo del beneplácito del público, ya sea la audiencia o los lectores.

—¿Quienes son más exigentes: los lectores o los televidentes?

—En la tele hay tanta oferta y demanda que, al final, es muy complicado enganchar a determinado público, depende qué horas, qué sitios... Y nadie tiene una fórmula secreta para ver qué puede gustar, porque si no todos haríamos la misma audiencia; entonces eso es muy complicado. Tampoco tenemos la clave de la literatura, porque si no todos escribiríamos bestsellers. Al final, lo que hacemos —quiero creer que todos o el mayor número de escritores— es tener respeto al lector. Al lector de literatura histórica, yo no le puedo poner que Jesús cogió un coche y se fue a Nazaret. Es una tontería, pero quiero decir que hay un respeto y un rigor para el disfrute del lector de novela, en este caso histórica. Entonces, lo primordial es respetar al lector, segundo respetarte a ti como escritor, y, tercero, respetar la historia que quieres contar. Si gusta más o menos, ¡es que en el momento en que se publica el libro ya deja de ser tuyo, ya es de los lectores!, y ellos tienen el derecho a criticarlo o a recomendarlo. Nadie tiene el listado de ingredientes para hacer la receta perfecta tanto en tele como en la literatura. Y eso también es la parte maravillosa de todo esto, la incertidumbre, nunca se sabe lo que va a pasar.

—¿Hay otra novela histórica en ciernes? ¿Aparecerá Santiago como ciudad?

—De momento ya en esta novela ya aparecen bastantes Santiagos: Santiago el Mayor, Santiago el Menor... Recordemos que el apóstol Santiago está en nuestra catedral, ya digo nuestra porque es como si fuera parte de la historia de esta ciudad, gracias a mi mujer. Y, además, luego está Jacob el protagonista, que se llama Jacob. Ahora, no te digo que nunca voy a escribir sobre Santiago de Compostela, porque mentiría, posiblemente en algún momento. Estoy enamorado de la ciudad y me encantaría escribir alguna historia, aunque sea muy complicada, que nadie haya contado, sobre todo por el amor que tengo a la ciudad, el amor que tengo a la literatura, y por aprender un poquito más de esa maravillosa historia.