La escritora adopta hechos y protagonistas de la época victoriana para idear una historia de enorme actualidad, en la que aborda temas como el colonialismo, el abolicionismo, las «fake news», el esnobismo de los ambientes literarios y las clases altas, el populismo, el espectáculo de la justicia, la identidad e incluso la sexualidad desprejuiciada
21 oct 2024 . Actualizado a las 05:00 h.Pronto hará 25 años de su debut en la novela con Dientes blancos (2000), y hete aquí que su autora se ha pasado al género histórico sobre el que siempre se ha manifestado ajena. Zadie Smith (Londres, 1975) publicó en el 2023 The Fraud, que acaba de llegar al castellano de la mano de su fiel sello Salamandra. La impostura se yergue con el gesto de la obra maestra, con el vuelo grácil y elegante de la época que evoca —no por ello menos conflictiva—: la Inglaterra victoriana de su querida George Eliot. Frente a las críticas de Henry James que juzgaban la novela Middlemarch como demasiado desordenada, Smith vislumbra precisamente su audacia en una torrencial subjetividad que la mueve a elogiar a la autora, Eliot, por lo que supone de exhortación a los futuros escritores a ser libres de llevar la forma al límite. En un doble homenaje, Smith construye su relato con esa compleja estructura, de gran organicidad, en que baraja ambientes, personajes y tiempos —va y viene por un arco de 40 años— con asombrosa naturalidad. Una soltura de la que hace gala para adoptar hechos y protagonistas de aquella época e idear una historia de enorme actualidad, en la que aborda temas como el colonialismo, el abolicionismo, las fake news, el esnobismo de los ambientes literarios y las clases altas, el populismo, el espectáculo de la justicia, la identidad e incluso la sexualidad desprejuiciada. Para guiar la trama, ir desgranándola con sutil inteligencia y administración, crea una heroína de fuste, la pasional escocesa Eliza Touchet, ama de llaves y prima política del escritor —prometedor en la juventud y posteriormente enterrado en los tópicos— William Ainsworth. Ambos, por cierto, existieron, como Dickens, el ilustrador George Cruikshank o lady Blessington, que animan unas páginas en las que actúa como demiurgo un mediático juicio —también histórico— abierto por la reclamación de la jugosa herencia por un supuesto Roger Tichborne. Ah, claro, y la convulsa Jamaica (las raíces de Zadie Smith mandan) que apunta al fin de la esclavitud.