Nobel de literatura para la escritora surcoreana Han Kang por indagar la fragilidad de la vida humana
CULTURA
La autora, premiada por confrontar con gran sensibilidad y sencillez traumas históricos y violencias íntimas
11 oct 2024 . Actualizado a las 05:00 h.«Ata que a miña muller se volveu vexetariana, nunca lle vira nada de especial. A verdade é que o día que a coñecín nin me resultou atractiva. Nin alta nin baixa, co pelo nin moi longo nin moi curto, tiña a pel seca e amarelada [...] Vestía de cores apagadas, coma se lle dese medo chamar a atención. [...] A miña muller non falaba moito. Era raro que me esixise algo, e nunca se queixaba, por moi tarde que volvese á casa. [...] Ata que unha madrugada do pasado mes de febreiro atopei a miña muller na cocina, en camisón, nunca imaxinara que a nosa vida podería cambiar nin un chisco». De este modo tan kafkiano, casi a lo Gregorio Samsa, comienza A vexetariana (2007), en la versión gallega que Alba Verea Pérez preparó para el sello Rinoceronte, una novela que sacó del ostracismo occidental a la escritora surcoreana Han Kang (Gwangju, 1970) al obtener tras su traducción al inglés en el 2015 el premio Man Booker internacional. La inesperada —por parte del marido, uno de los narradores— decisión de la sumisa, gris y diligente esposa Yeonghye primero de deshacerse de la carne del frigorífico y finalmente de transformarse en árbol es toda una rebelión desde la paz y la sabiduría de lo íntimo. Un levantamiento firme, tozudo contra la violencia del mundo, que la protagonista ha sufrido en el entorno familiar y doméstico desde que tiene memoria.
Así, con esa calma y esa sencillez, con esa delicadeza que no oculta la crueldad, lo expone la escritura dulce pero radical de Kang, que con esa serena mirada confía en que la luz y la belleza puedan aflorar de nuevo tras ese ejercicio de resistencia y asunción del dolor, de la herida que la vida ha causado. La salvación es factible, y buena parte de sus bazas se hallan en la capacidad de sacrificio por el otro que anida en el interior del alma humana. Porque el camino que elige Yeonghye no es solo por redimirse sí misma sino que también está tratando de espolear a su prójimo cuando decide detener la violencia padecida desligándose de su condición animal hasta convertirse en un ser íntegramente vegetal.
Por todo ello, por esa «intensa prosa poética que confronta traumas históricos y expone la fragilidad de la vida humana», la Academia Sueca acordó este jueves distinguir a Kang —primer escritor surcoreano que lo gana— con el Nobel de literatura. Y todo pese a que no lideraba las quinielas, que priorizaban a otras autoras como la china Can Xue y la antiguana Jamaica Kincaid, después de dos años consecutivos con entorchado europeo (Jon Fosse y Annie Ernaux). El fallo ensalza la «conciencia única» de Han Kang de «las conexiones entre cuerpo y alma, los vivos y los muertos», así como un estilo poético y experimental que la han convertido en una «innovadora en la prosa contemporánea». «La suya —añadió la escritora sueca y miembro del comité del Nobel Ellen Mattson— es una obra muy rica y compleja que abarca muchos géneros. Su prosa es muy intensa y lírica, tan tierna como brutal y, a veces, ligeramente surrealista».
El secretario de la Academia, Mats Malm, encargado de dar a conocer el fallo, explicó que Kang «había tenido un día ordinario, estaba terminando de cenar con su hijo; no estaba preparada para esto, pero hemos comentado la preparación para diciembre». Tras confesarse sorprendida y honrada, difundió la Academia en las redes sociales, ella dijo que celebrará el galardón de manera tranquila y «tomando un té» con su hijo. Añadió que no pensaba trabajar, solo leer un poco y dar un paseo: «No será un día fácil para mí», admitió para relatar que había crecido entre libros y que muchos escritores, especialmente coreanos, le había servido de inspiración desde muy pronto.
Atravesar la oscuridad en pos de la luz
En varias entrevistas concedidas a La Voz de Galicia —una de ellas, cuando recogió en Santiago el premio San Clemente en el año 2019—, Han Kang aseguraba que su literatura no busca ni ofrece respuestas, si acaso plantea preguntas. Convencida de que hay que atravesar la oscuridad, explorar lo más ominoso del ser humano, hasta las raíces de la violencia, para alcanzar la luz, fue así como en Actos humanos metió el bisturí en la masacre que produjo la represión del ejército contra las protestas democráticas que tuvieron lugar en 1980 en su ciudad natal, Gwangju. También en Decir adiós es imposible, donde aborda la matanza que ocasionó la insurrección de Jeju de 1948 en la que perecieron más de 30.000 personas. Esa valentía de Kang (y su franqueza al encarar los pecados del pasado) no fue bien entendida en su país, donde tuvo dificultades de recepción con la crudeza de su obra —no entre la crítica y los lectores más jóvenes—, una barrera que fue salvando a medida que su éxito internacional crecía.