Martha Jungwirth: «Todo lo que podamos pensar sobre la guerra de Ucrania Goya lo pintó ya»
CULTURA







El Guggenheim de Bilbao acoge una gran retrospectiva sobre Martha Jungwirth
22 jun 2024 . Actualizado a las 20:48 h.Martha Jungwirth (Viena, 1940) está «muy feliz». La pintora austríaca regresa a España para exponer su obra por segunda vez, casi sesenta años después de su estancia en 1966 cuando recibió el premio Joan Miró. Para ella supone un reto muy importante: «Esta muestra representa un punto máximo en mi carrera», asegura, no solo porque la acoge el museo Guggenheim de Bilbao, «un espacio maravilloso», a cuya inauguración en 1997 asistió, recuerda para afirmar que quizá sea «el museo más bello del mundo», por su arquitectura y porque es un ente único, «casi un ser vivo», que además «ha contribuido a la liberación de la sociedad vasca», ha hecho que el arte ayude a vivir en paz y diálogo, añade. También es importante este proyecto, prosigue, porque la pintura española resulta crucial en la historia del arte y a ella siempre le ha interesado la pintura como fuente de inspiración de su propia obra. En tal sentido, insiste, España es un espacio clave en su reflexión creativa: «He trabajado mucho con la obra de los artistas españoles, y en particular con Goya», a quien considera un maestro irrenunciable.
El Guggenheim de Bilbao promueve esta retrospectiva sobre Martha Jungwirth, una creadora inclasificable de la que exhibe una selección de cerca de setenta piezas que abarca las últimas seis décadas de su producción (1976-2023). Con el patrocinio de Occident, está comisariada por Lekha Hileman Waitoller, que anota que el proyecto nació, precisamente, de una visita que realizó para ver las recientes series de Jungwirth sobre Goya. «Me dejaron muy impresionada. Creo que Goya es un gran ejemplo para mucha gente, pero fue impactante ver cómo Martha llevaba estos motivos a un vocabulario plenamente suyo, cómo lograba la traducción de algo histórico tan potente de una manera tan netamente contemporánea. Me pareció que teníamos que tener este trabajo en el museo», recordó. Fueron dos años de estrecha colaboración con la artista, detalla, a la que agradece de manera especial que concibiera expresamente para la exposición una serie sobre el lienzo El espárrago (1880), de Édouard Manet, un autor que, subrayó, fue «un puente hacia la modernidad» y ocupa un puesto muy relevante en la historia del arte.
La muestra ocupa cuatro salas temáticas que trazan un recorrido que permite comprobar el peculiar viaje vital de Jungwirth entre la figuración y la abstracción, del óleo a la acuarela, y con el papel —en muchas de sus variedades— como soporte. Tiene un lenguaje muy personal, incide Lekha Hileman Waitoller, que sabe que resulta complejo ponerle una etiqueta a su trabajo. «Encuentra inspiración en cosas muy cotidianas, lo mismo en una lavadora que en la memoria de una persona, los viajes, hechos o sucesos contemporáneos, arte del pasado, culturas antiguas... El relato de la muestra hace que se entienda muy bien cómo ha ido desarrollando su pintura».
«Goya es un pintor tremendamente actual, sus críticas a los desmanes del gobierno, la guerra, la violencia son perfectamente trasladables a lo que sucede hoy en el mundo. Todo lo que podamos pensar sobre la guerra de Ucrania —incide Martha Jungwirth— Goya lo pintó ya. Hubo una gran exposición suya en Suiza en el 2021 a la que no pude ir por culpa de la pandemia del covid. Me enviaron el catálogo. Leí además un ensayo sobre el pintor de un reputado historiador austríaco. Y mi fascinación se disparó de nuevo, refrescó mi vivencia de Goya». Fue entonces cuando ella abordó sus reinterpretaciones de las majas, las brujas, el perro semihundido y el bodegón con costillas y cabeza de cordero.
Pero no solo Goya hallará el espectador, también sus viajes a Camboya, Grecia, Bali o México, y su reacción —en su serie Australidelfos— ante los grandes incendios de Australia del 2019 y el 2020, pinturas en las que aflora su gran empatía espiritual con los seres vivos y en concreto con los animales, los más castigados por aquella catástrofe ambiental.
Jungwirth apunta que ha viajado mucho con su marido, visitado museos, todas las exposiciones en París... Fue en la capital gala donde disfrutó una maravillosa muestra sobre Manet. «Ciertos lienzos quedan impregnados en nuestro interior. La pandemia nos dejó a solas con nosotros mismos. Acudí a Goya, porque refleja lo que ocurre. Vi aquel pequeño cuadro de Manet del espárrago, lo vi y lo olvidé, pero volvía después y cobraba vida. Un bodegón de Goya entraba en diálogo de repente con el espárrago y con otros pintores a los que les tengo cariño». El flujo creativo a veces es imprevisible.
Empezó Jungwirth trabajando con los retratos porque entiende que la forma humana es el punto de partida y dedicó especial atención a las personas a las que quería y tenía cerca; es de este modo que su esposo se convirtió en su mejor modelo, porque se sentía muy cómoda con él. Los paisajes llegaron en sus viajes, en los que deja que las cosas la empapen para que posteriormente esa impresión se desarrolle en su interior. No ocurre siempre igual. Y evoca cómo por ejemplo la banalidad del puerto en Grecia, la actividad del día a día, se iba combinando con su interés por la literatura y la cultura clásica, dejando que la invadiera una sensación vital de estar experimentando dos épocas distintas, la actual y la civilización antigua, dos historias paralelas que generaban en ella una motivación creativa muy poderosa.
Expresionismo abstracto con fuerte componente emocional
Lekha Hileman Waitoller elogia especialmente el lenguaje propio de Martha Jungwirth, inasimilable a otros artistas y corrientes, ya en su exploración de la materialidad de la pintura y su infrecuente empleo de los soportes. Maneja un personal expresionismo abstracto con un fuerte componente emocional que no excluye definitivamente lo figurativo. Porque la creadora vienesa no conoce fronteras. Definió su arte, recuerda la comisaria, como una especie de «diario, un registro sismográfico de su implicación corporal en el proceso creativo». Para ella el dibujo y la pintura son movimientos dinámicos que fluyen por su ser y dan lugar a imágenes caracterizadas por estructuras inteligentes de líneas y manchas, nada fijo ni estancado. Jungwirth, incide Lekha Hileman Waitoller, «se centra en lo fluido, lo transparente, lo abierto, y se aparta del afán de grandeza en pos de lo que se halla en estado bruto, sin censurar y sin embellecer». «Aspiro a pintar sin adornos, atolondrada / al reflejo reptiliano / [...] ninguna metafísica / ninguna doctrina / [...] ninguna filosofía / ningún esquema / una mancha es una mancha es una mancha, inteligente / o tonta, nada más», escribió Jungwirth en 1988 en el poema El mono que hay en mí que recoge el catálogo de la muestra.