Mikel Santiago: «Me gusta plantear al lector un segundo camino, para que intente adelantarse»
CULTURA
Tras la Trilogía de Illumbe, el superventas vuelve con «El hijo olvidado»
15 feb 2024 . Actualizado a las 19:25 h.Ocho novelas en diez años. Se dice pronto, pero tras el universo de Mikel Santiago (Portugalete, 1975) hay una concienzuda labor de ingeniería literaria, mucho darle a la cabeza para que nada de nada de lo que se le cuenta al lector sea gratuito, ni una puntada si su hilo. Aparcada la serie de Illumbe —que le granjeó más de medio millón de lectores—, el vizcaíno regresa a las librerías con El hijo olvidado (Ediciones B), una policíaca que parte de la premisa de qué pasaría si, un día cualquiera, uno se ve involucrado en un crimen que no cometió con absolutamente todas las pruebas en su contra. Santiago aprovecha esta coyuntura para rescatar a un secundario de su anterior novela, Aitor Orizaola, Ori, agente de la Ertzaintza en horas bajas. Dándole cuerda, se mueve en la zona gris del oficio y se acerca a la familia como institución, como refugio, centro sobre el que replegarse. «Me interesaba explorar cómo algunas familias se cierran sobre sí mismas», comenta.
—En vez de quién lo hizo, un por qué lo hizo.
—Como creador, en cada nueva novela siempre me planteo explorar algo distinto, ya sea en la trama, en el tipo de personajes o en cómo está estructurada la historia. Aquí, una serie de personajes están sufriendo las consecuencias de algo que ni ellos mismos saben explicar y el protagonista es un poli que no es un poli, porque está de baja; es un policía que puede actuar como tal, pero que no debe. La diferencia con la clásica novela del asesino en serie es que aquí el malo no actúa para satisfacer una necesidad psicológica o interna, aquí hay una conspiración alrededor de un hecho que además se complica con una cuenta atrás. Y eso introduce mucha tensión.
—En el 2022, se puso al frente del programa de «true crime» de la ETB «Los siete pecados capitales». ¿Cómo le sirvió esa experiencia para esta nueva novela? ¿Fue aquello la semilla de «El hijo olvidado»?
—Me vinieron muy bien todos los contactos que hice durante la grabación, pude establecer conexiones con investigadores, policías forenses y gente de la científica; la verdad es que les abrasé a preguntas. Para esta historia me documenté mucho. Dicho lo cual, me he tomado las licencias que me ha dado la gana, que para eso soy un escritor de ficción.
—Hace un año estuvo en Galicia, en Verín, en unas jornadas de novela negra, donde le dijo a La Voz que a través del enigma y la intriga persigue «un efecto muy concreto», que es «la sorpresa». ¿Cómo se sigue sorprendiendo al lector ocho libros después?
—Pues es muy difícil, la verdad, porque las expectativas están siempre altas con los autores que hacemos este tipo de novelas. Creo que el secreto, más que en una premisa sorprendente, está en cómo se cuentan las cosas, en tensionar la historia, en generar preguntas, en mantener al lector atento. Es una cuestión de oficio, de manejar bien el tiempo, de deshacerse de lo que no aporta y de provocar empatía. Creo que esto es casi lo más importante: conseguir, a través de rasgos universales, que el lector haga suyos a los personajes. El gran secreto para que alguien se lea un libro es que le interese lo que le va a pasar al personaje; lo demás son condimentos, salsas y especias para darle un punto de desafío. Me gusta plantear al lector un juego, lo que yo llamo un segundo camino, para que se adelante, para que intente adivinar, para que de alguna manera participe en la historia. El protagonista va siguiendo su camino, pero el lector también se va haciendo el suyo, almacenando información y pensando en ella. Un libro, de alguna manera, abre un proceso mental paralelo que no nos deja tranquilos hasta que no lo terminamos. Ese viaje del lector es algo que también hay que gestionar para no abrumarlo, para estar siempre creciendo y crear adicción, para que todo el rato tenga ganas de coger el libro, de volver a él.
—¿Y cómo se mantiene vivo ese juego?
—Construyendo la novela sobre una trama principal de calibre sencillo. Puede haber complejidad y subtramas, pero la historia debe avanzar de manera que los lectores puedan gestionar su memoria, recordar bien las cosas: hay que elegir bien los nombres de los personajes, dónde trufas, las diferentes apariciones. Lo que hago, principalmente, es hacerlo sencillo; escribo muy difícil, porque me cuesta mucho hacerlo, para conseguir un resultado sencillo, para que la novela sea una experiencia muy fácil, pero al mismo tiempo no lo sea.
—La ambientación parece clave.
—La conexión sensorial con el libro a través de los paisajes es súper importante. Hay que crear una paleta de colores en la cabeza del lector, dejar muy claras las coordenadas para que sea capaz de construirse un escenario de fantasía en su cabeza, para que las cosas ocurran. Si no logras eso, no activas la imaginación de la misma manera. Y, después, creo sinceramente que a todos nos encanta estar en una tormenta heladora de granizo, metidos en nuestra cama o acomodados en nuestros sofá leyendo un libro en el que los personajes lo están pasando fatal; pensar, la que le está cayendo, ese frío, ese chaparrón en la cabeza. Ayuda, ayuda a que el lector se meta más en el libro.
«Que la vida es completamente injusta es un hecho»
La novela arranca con el protagonista en lo más hondo del pozo.
—¿Cree Mikel Santiago en las segundas oportunidades?
—Creo que mientras hay vida hay esperanza, nunca sabes qué va a pasar. Este es otro de los grandes temas de la novela, el de nunca saber qué oportunidades te va a presentar la vida y cuáles te va a robar. Que la vida es absolutamente injusta es un hecho. En este libro se habla mucho de la aleatoriedad, del azar, de que la vida tira sus dados y a veces uno está en el sitio equivocado en el momento equivocado.
—¿Habrá más aventuras de Aitor?
—Nunca se sabe. Yo escribo novelas sueltas, me gusta que tengan un arco y se cierren sobre sí mismas, no me gusta tener cautivo al público. Pero es cierto que Aitor es un personaje que ha quedado chulo, hay futuro en él: es un tipo despierto, posibilista para un novelista, es casi un detective, absolutamente capaz de meterse en cualquier fregado; desde luego es una pieza a tener en cuenta. Ya veré. Oye, si de repente vendo cinco millones de libros igual le damos una oportunidad a Aitor.
—¿Y tendremos alguna novela suya ambientada en Galicia?
—Me gusta mucho Galicia. Creo que toda la cornisa cantábrica, toda la zona norte, tenemos una conexión. Y por qué no algún personaje gallego. Sois peculiares, se os podría utilizar para esto. Ya veremos.
—¿Cuántos de sus libros están adaptándose a serie?
—De lo que se puede decir, uno, La última noche en Tremore Beach. Se estrenará este año. Es una serie original de Netflix con Oriol Paulo en los mandos, producida por Sandra Hermida y Belén Atienza, las productoras de La sociedad de la nieve, y protagonizada por Javier Rey y Ana Polvorosa. Y de lo que no se puede decir... un montón de cosas que están a punto de salir [ríe].