Haruki Murakami: «Se puede expresar tu propio sentimiento con las palabras fáciles, ese es mi estilo»

G. Novás REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

Murakami confesó en el teatro Jovellanos que quizá el hecho de que sus padres fuesen profesores de literatura japonesa alentó su amor por los grandes novelistas de Occidente, porque quería estar lo más lejos posible de lo que ellos hacían.
Murakami confesó en el teatro Jovellanos que quizá el hecho de que sus padres fuesen profesores de literatura japonesa alentó su amor por los grandes novelistas de Occidente, porque quería estar lo más lejos posible de lo que ellos hacían. Efe

A sus 74 años, Haruki Murakami, premio princesa de las letras, no sabe cuántas novelas más publicará, porque cuando no escribe simplemente espera encontrar alguna historia que le «caiga del cielo»

19 oct 2023 . Actualizado a las 22:57 h.

El escritor japonés Haruki Murakami (Fushimi-ku, Kioto, 1949) es poco proclive a los actos públicos, pero este jueves se le vio cómodo en el IES Carreño Miranda de Avilés en un encuentro con centenares de estudiantes de 3.º y 4.º de ESO y de bachillerato. Con lectores y gente joven parece relajarse. Ya ocurrió en el 2009 en Santiago con el premio San Clemente. Los chicos asturianos, entre otras cosas, querían saber cómo define ese estilo literario suyo, tan personal. Murakami, tras un prolongado silencio, que hizo que la audiencia se removiera en sus butacas, dijo que procura no usar palabras difíciles ni complicadas.

Fue ahí cuando echó mano de la escena del filme E. T., de Steven Spielberg, en que el alienígena inventa una máquina para comunicarse con su nave utilizando un teclado de juguete, un paraguas y algún artilugio más. «Cuando vi esa película me dije que eso es lo que estoy haciendo, coger unos trastos y crear una máquina de alto nivel, porque se puede expresar tu propio sentimiento con las palabras fáciles; ese es mi estilo», concluyó satisfecho.

La charla prosiguió por ese cauce cuando una alumna quiso saber también cómo era su proceso creativo, a lo que el narrador replicó que comienza con una primera escena y, a partir de ahí, nadie sabe lo que va a suceder. «Y eso es muy divertido», subrayó, tanto para él como para los lectores, que comparten la misma intriga. No obstante, matizó, lo que nunca supone esto es una improvisación. Y añadió que considera clave para el proceso empezar por un buen título, antes incluso de sentarse ante la pantalla en blanco, porque ese título, dijo, marcará el tipo de historia que creará.

En este punto, según recoge Efe, Murakami explicó a los expectantes jóvenes que la conciencia es igual que una casa, con primera planta, planta baja y sótano, donde está la inconsciencia y en donde está el mundo exclusivo de uno, donde hay una puerta secreta, que da a un segundo sótano —lo que denomina «bajar hasta el segundo subsuelo de la conciencia»— al que los novelistas sí pueden ir.

El escritor afirmó que dentro de su cabeza tiene una cesta muy grande donde guarda todas sus experiencias y que, por tanto, puede ser que algún día abra el cajón de su memoria para recuperar su estancia asturiana para alguna de sus historias. «Algún día abriré el cajón de Asturias, aunque todavía no sé cuándo», alegó.

El autor de Tokio Blues se dirigió a los estudiantes, cuya cotidianidad está vinculada a los móviles y las pantallas, para animarlos a leer, poniendo en valor la calidad de la lentitud que requieren la lectura y los libros frente a la rapidez de esas tecnologías. «Hay cosas y pensamientos que se pueden transmitir solamente cuando se toman con calma y despacio; es muy importante creer en la fuerza de las novelas y los relatos», incidió quien hoy recibe el Premio Princesa de Asturias en una ceremonia presidida por los reyes. Murakami reconoció que antes creía que no tenía ningún talento para escribir, y, cuando se decidió a hacerlo, a los 29 años, transitó en su dramaturgia por sus sentimientos personales a través de frases muy diferentes a las de los grandes libros que leía en su juventud, y ahí nació el estilo propio que lo hizo mundialmente reconocido.

El día anterior, el escritor japonés, en un encuentro con 92 clubes de lectores de cuatro comunidades españolas, celebrado en el teatro Jovellanos de Gijón ante mil personas, aseguró que él no busca las historias que nutren sus obras, sino que se sienta a esperar que le caigan «del cielo». De hecho, insistió, ahora tiene 74 años y no sabe cuántas novelas más puede escribir «antes de marchar de la vida», ni cuáles pueden ser las historias que vaya a contar, porque, cuando no escribe, simplemente espera encontrar alguna que le «caiga del cielo». Una vez que cae, solo tiene que buscar la forma y el ritmo del relato para encajarla en su «estilo particular», alejado de cualquier tipo de encasillamiento. Es por eso que rechaza la opinión de algunos críticos que lo consideran «el padre del realismo mágico japonés», para advertir que huye de todos los «ismos» y que, en cualquier caso, su estilo es el «murakamismo».

Stendhal y los clásicos rusos

El autor japonés más leído en el mundo reconoció que la novela Rojo y negro, de Stendhal, que leyó a los 12 años, porque el libro estaba en su casa, fue una de las mayores influencias que lo impulsaron a dedicarse a la literatura con un estilo que busca diferenciarse del resto de escritores contemporáneos. Expresó también su desacuerdo con las críticas que se le han hecho en su país que señalan que sus novelas no son japonesas, para afirmar que es japonés, escribe en japonés y come comida japonesa.

Evocó su juventud para confesar que también se sintió atraído por los grandes clásicos rusos como Dostoyevski y Tolstói, y que, siendo adulto, descubrió la literatura norteamericana, que traducía al japonés. Su inclinación por una narrativa un tanto más occidental, añadió, puede haber tenido su origen en que sus padres eran profesores de literatura japonesa y él quiso situarse «lo más lejos posible» de eso.

Cuando escribe, dice, se levanta muy temprano, a las cuatro y media de la mañana, hace y bebe café, y al mismo tiempo piensa cómo va a continuar la historia, pero nunca se inspira corriendo, una actividad que le permite tener la «fortaleza física» que necesita para crear.