Semilla de nobleza naturalista en el gran cine de «O corno»

Jose Luis Losa SAN SEBASTIÁN / E. LA VOZ

CULTURA

Jaione Camborda nos descubre a Janet Novás como actriz formidable

27 sep 2023 . Actualizado a las 21:30 h.

Percibo que este tiempo líquido de tanta narración cinematográfica o televisiva fugaz, de tanto consumo al por mayor de imágenes en plataformas demasiadas veces vacías, llevan a pensar que hay algunas esencias de este arte que han dejado de ser incuestionables. La veracidad, la nobleza de la mirada del autor, el respeto hacia sus personajes y sus razones de vida. Todo eso que hace que la película de Jaione Camborda O corno, presentada a concurso en este festival como jalón sustantivo del Novo Cinema Galego, nazca y crezca desde los latidos de lo orgánico, enraizado en esa corriente del gran drama telúrico y naturalista de cuyo caudal emerge. Lo hace para asimilarse a él y no despegarse nunca de esa corriente que lo conduce al territorio del cine que alcanza finalmente esa orilla que garantiza su pervivencia en la memoria: la de la arena o el limo de un trayecto de honestidad innegociable que preside O corno y lo hace material precioso en esa irreductibilidad ante lo fútil, lo zalamero o lo finalmente falaz. Por eso resulta tan palmaria a modo de diagnóstico de lealtades la coincidencia en días sucesivos de una película como la de Isabel Coixet -que cae de lleno en todo esto del cine cambalache nombrado en último término- y el viaje hacia lo esencial que es el tránsito certero de la obra de Jaione Camborda.

O corno asienta los contrafuertes de su drama sobre dos aullidos: el grito que acompaña un nacimiento y el quejido que precede a una fatal tragedia, una muerte de la que es víctima una adolescente, una de tantas mujeres como las que en la Galicia de 1971 pagaba con el peaje de su vida la condena por parte de las leyes de un estado represor, que forzaba a las interrupciones del embarazo en la clandestinidad. Entre esos dos espasmos guturales, como intermediaria desinteresada, aparece una mujer -la que asiste el parto y practica el aborto- y asistimos a otro nacimiento, éste colosal: el de la actriz Janet Novás, debutante tardía tan sorprendente en las dimensiones de su talento que su contribución al trayecto dramático de O corno es inconmensurable. Esta formidable apuesta personal de su directora será, sin duda, aportación a nuestro cine más allá de las fronteras de esta película.

Lo que sobreviene -en un guion muy preciso del que también es responsable Jaione Camborda- es la huida y la idea de la frontera, del limes, de la raia, que no es una frontera moral -no cabe juicio alguno que no sea el de la mujer como víctima- sino un surco, una cicatriz tan limpia como la que recorre el vientre del personaje de Janet Novás. Porque de esa huella no borrada, del deseo que acaricia esa herida, surgirá otro pulso vital. No es ninguna correspondencia ni el saldo con alguna inexistente deuda del pasado. No hay temor a subrayados sentimentales gratuitos. Se trata, de nuevo, del fruto de ese naturalismo que es cuaderno de bitácora de O corno -una corriente tan unida en lo histórico y literario a Galicia y, de modo singular a su medio rural-, que trasfunde aquí al cine una herencia: la de los maltratados, los huidos de una justicia autoritaria, los apátridas víctimas del expolio colonial, que se reúnen -de nuevo sin alharacas ni metáforas vacuas- al otro lado de la raia.