Una Concha de Oro que por primera vez podría viajar de San Sebastián a Galicia

José Luis Losa SAN SEBASTIÁN / E. LA VOZ

CULTURA

«O corno», dirigido por Jaione Camborda (en la foto, durante el rodaje), es el primer filme gallego que lucha por la Concha de Oro.
«O corno», dirigido por Jaione Camborda (en la foto, durante el rodaje), es el primer filme gallego que lucha por la Concha de Oro. Amador Lorenzo

El documental de Jordi Évole sobre Josu Ternera alimenta una polémica que se despejará por fin este viernes tras su proyección en la jornada inaugural

22 sep 2023 . Actualizado a las 05:10 h.

Esta 71.ª edición del Festival de Cine de San Sebastián que este viernes arranca podría deparar la primera Concha de Oro con denominación de origen Novo Cinema Galego. Esto es así porque O Corno, segundo largometraje de Jaione Camborda, entra en la rueda de la fortuna de las 16 películas de la selección oficial a concurso del único certamen español de clase A. Esto es, parte con algo menos que un 7 % de probabilidades de ganar, para que luego no se diga que pecamos desde aquí de triunfalistas. Lo que resulta también un hecho es que esta selección es —de por sí— un espaldarazo importante para la realizadora donostiarra afincada en Galicia hace más de quince años. Este eco internacional con el que es solo su segundo largometraje —el anterior, Arima, data del 2019— se ha visto reforzado por la exhibición de O Corno en ese gran escaparate comercial globalizado que es el festival de Toronto. Ya iremos contando a partir de su pase el día 27 como le va en las apuestas por la Concha de Oro. O por cualquier otro puesto en el palmarés.

La bailarina y actriz Janet Novás, durante el rodaje de «O corno».
La bailarina y actriz Janet Novás, durante el rodaje de «O corno». Amador Lorenzo

La representación española en el concurso la completan otras dos realizadoras: la elección de la también vasca Isabel Herguera, catapultada hasta aquí con su primer largo, ha generado cierto runrún sobre la plausible aureola de chauvinismo que rodea el cotarro. No hay por qué dudar del comité de selección del festival, compuesto por gente muy seria. Pero los murmullos sobre el localismo del arbitraje sí se escuchan. La opera prima de Herguera, titulada El sueño de la sultana, es una cinta de animación sobre empoderamiento femenino basada en un relato de fantasía bengalí y con la participación del ideólogo de las evoluciones de género Paul B. Preciado. Todas estas pistas reunidas a mí me generan ganas de huir. Pero —noblesse obligue— estaremos para verlo. Y para subrayar con anticipación que una parte de la producción viene de la coruñesa Chelo Loureiro, coleccionista de goyas de la animación ibérica.

La tercera firma que cierra la presencia española en competición no precisa —para bien o para mal— de presentaciones. Isabel Coixet, conocerla es amarla o detestarla. No a ella, naturalmente, sino a su obra. Supongo que son muchísimos más los primeros cuando Coixet ha ganado como guionista o directora hasta seis goyas. A mí que me apunten entre los que no captan su extrema sensibilidad. Entre aquellos a los que sus ahondamientos en la naturaleza humana del dolor traen aparejada una inevitable cefalea. Bueno, Coixet se ha aliado con la escritora Sara Mesa al adaptar Un amor, su (también premiadísima) novela. No he tenido el placer de leer a esta autora de méritos, me insisten, incontestables. De manera que mi acercamiento a la nueva película de Coixet no podrá ser más incontaminado ni inocente.

No sé si se puede decir lo mismo de quienes firmaron un manifiesto acusando a este festival de cine de algo tan grave como blanquear a ETA por incluir en su programación No me llame Ternera, documental en formato de entrevista de Jordi Évole con quien fuera jefe de la banda terrorista. Pero ninguno de quienes hacen esa afirmación ha visto la película. Recuerdo un caso no idéntico pero sí concomitante cuando en el 2003 —en el apogeo de la aznaridad— se emprendió una campaña similar, o aún más estruendosa, contra La pelota vasca, el excelente mural de Julio Médem. Y la petición de la entonces ministra de Cultura, Pilar del Castillo, de que el filme fuese preventivamente prohibido, sometido a censura.

Évole y Ternera (de espaldas), en un momento de la entrevista.
Évole y Ternera (de espaldas), en un momento de la entrevista.

Los que conocemos al equipo de este certamen y hemos asistido a la celebración del mismo durante las cuatro décadas de plomo del terrorismo etarra, tenemos la certeza de que no ha habido en todo este tiempo una sola actuación de José Luis Rebordinos —ni antes de Mikel Olaciregui, de Diego Galán o del recientemente desaparecido Manuel Pérez Estremera— que no haya estado a la altura ética de la necesaria condena de la violencia que practicaron de manera sanguinaria Ternera y su alegre muchachada.

Muy al contrario, este certamen fue una burbuja de libertad de expresión en tiempos en los que decir determinadas cosas en un bar podía costar la vida. Y me descoloca ver entre los firmantes de la acusación a Fernando Aramburu, autor de un texto como Patria, que a mí me parece fallido en su nivelación dramática de aquel terror. La serie de televisión basada en la novela de Aramburu tuvo un altavoz poderoso en este festival. Veremos este mismo viernes No me llame Ternera. Y todos podremos valorar —ya a partir de hechos— el grado de dignidad creativa de Évole. Y el rol del festival como su plataforma de lanzamiento.